martes, 23 de agosto de 2011

N° 738 - La Argentina trash, Agenda de Reflexion, Primera Parte-




Un libro describe a los protagonistas de la llamada “televisión basura” y descubre sus puntos comunes con la sociedad argentina. Muchos se declaran indignados por la contaminación que esos personajes generan desde la pantalla chica pero no pueden dejar de seguirlos

Para AdnCULTURA de LA NACION
Por Josefina Licitra



Hay momentos así.

Luciana Salazar está en un día de campo -o algo parecido- atajando el peso de su escote con el antebrazo izquierdo, mientras busca un salero con la mano derecha y alguien se pregunta desde la distancia cómo será vivir de esa manera: sosteniendo la carne -propia- hasta para buscar la sal.

Adrián “Facha” Martel está en el VIP de Kiwi Disco, esperando que una mujer muerda el anzuelo y acepte irse con él al único lugar posible esa noche: el baño para discapacitados. Que tiene más espacio, que tiene llave.

Nazarena Vélez está en un bar de moda a las cuatro de la tarde, mordiendo un tostado de jamón y queso y contando que pasó un año difícil: que hizo una denuncia por violencia doméstica; que su marido la obligó a tener sexo con un revólver apoyado -apuntando- sobre la mesa de luz.

Ricardo Fort está sentado, quieto, en el sillón blanco de su living blanco, mirando el televisor y palpitando su segundo de gloria, el momento en que Alejandro Fantino diga, en su programa de trasnoche, quiénes fueron las figuras del año (y Fort no aparecerá y se pondrá furioso, pero sobre todo triste).

Cultos o populares

A lo largo del año 2010, Bailando por un sueño tuvo un rating que promediaba los 30 puntos, lo que significa que todos los días casi dos millones y medio de personas miraban las peleas de la Mole Moli con Ricardo Fort, los desvanecimientos de Graciela Alfano y el “chichoneo” de la modelo Paula Chávez con el productor Peter Alfonso. Y a las cinco de la tarde cerca de un millón y medio de televidentes (20 puntos de rating, si se suman todos los programas) prestaban atención a las reyertas -en general, todos coletazos del programa de Marcelo Tinelli- que aparecían en Intrusos, Los profesionales de siempre y Éste es el show.

Sin embargo, puestos a responder sobre consumos culturales, la mayor parte de los argentinos parecemos escindirnos de nuestra propia mirada y respondemos lo correcto: nos encanta el canal Encuentro. Que en los hechos, aun teniendo una programación exquisita, no llega al punto de rating.

“Paradójicamente, los que festejan la televisión cultural son los que no suelen consumir televisión y tienen un capital cultural que es previo al programa, es decir, que no se hacen cultos por ver la televisión cultural sino que pueden consumirla porque son cultos -dice Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales y autora del libro La palabra empeñada. Investigaciones sobre medios y comunicación pública en Argentina -. A la inversa, la mayoría de la gente que ve los programas de chimentos carece de elementos para apreciar o disfrutar un documental de Encuentro, aunque sea sobre una persona de su misma clase social. La televisión cultural suele estar presentada en un lenguaje inaccesible para las clases populares. En cambio, la inversa es posible: una persona culta puede acceder a un programa popular, y a la vez darse una argumentación intelectual para lavar la culpa que le genera.”

Leonardo D’Espósito, docente y crítico de El Amante, dice que el doble discurso no es una conducta puramente nacional: existe en cualquier parte. En Estados Unidos le dan el Oscar a Vivir al límite, pero el film que revienta los cines es Avatar. En Francia hacen lo imposible por ser reconocidos como la patria de Eric Rohmer o de François Truffaut, pero las películas más taquilleras son comedias que parecen hechas por Rodolfo Ledo.

“Creo que los individuos, interrogados sobre sus consumos, responden de acuerdo con lo que quieren que los demás piensen de su sociedad o de ellos mismos -dice D’Espósito-. Es bastante natural y excede la pretensión de ser un país culto. Dicho esto, creo que hay que evitar asimilar cultura con inteligencia: uno puede ser culto pero no inteligente; puede tener la información, pero no saber usarla. El triunfo de la Mole Moli en Bailando por un sueño es el triunfo de la inteligencia. Sí, bueno, suena mal, pero tratemos de pensarlo. ¿Por qué el público que llamaba por teléfono lo elegía? Es simple: los momentos de la Mole con Tinelli producían risas. Si se iba, las risas desaparecían: la estrategia más inteligente (no ‘culta’, claro) era votarlo para que se quedara y seguir teniendo ese espacio de placer en el programa.”

La elección culta, dice D’Espósito, habría sido cambiar de canal. Y seguramente habrá habido quienes lo hicieron. Pero a juzgar por los números de la definición de Bailando por un sueño (marcó un pico histórico con 39,2 puntos de rating: más de tres millones de personas mirando), la mayoría cambió de canal sólo cuando terminó el programa.

“Siempre resulta difícil hacerse cargo del deseo vergonzante -dice Seselovsky-. El canal Encuentro nos da la paz de saber que estamos consumiendo lo correcto, pero Tinelli ofrece algo más. Por ejemplo, a mí me gustó Para vestir santos : lo miré sabiendo que me gustaba, lo disfruté sin hacerme preguntas y al final de cada capítulo apagué y cambié de canal. El programa terminaba y yo terminaba con él. En cambio, ver a Tinelli es una experiencia menos segura: su show me coloca sobre la línea de cal del tipo que no entiende. ¿Me gusta? ¿No me gusta? ¿Lo detesto? ¿Me engancha? Todas las preguntas que los programas serios se molestan en dejar cerradas, la televisión trash las vuelve a abrir, y es eso lo que me resulta atractivo. Tinelli, Anabella Ascar y el programa de Viviana Canosa me ponen a hacer equilibrio sobre el vértice de una vacilación, frente a ellos nunca termino de pararme en ningún lado, y el programa termina y yo me quedo tratando de entender de qué cuernos está hecha la masividad de Zulma Lobato.”

¿Qué buscamos cuando vemos a Zulma haciendo una escena triste y marchita y diciendo, marchita y triste, “más respeto que yo llevo seis meses de carrera”? ¿Qué buscamos cuando vemos a un multimillonario ofreciendo al mercado de los lazos sociales lo único que parece estar en condiciones de ofrecer (dinero)? ¿Qué buscamos cuando vemos a Jacobo, a las extenuantes hermanitas Escudero, al desfile interminable de criaturas que en un futuro -salvo excepciones- sólo serán un nombre, un olvido en una agenda guardada en un cajón? ¿Qué hay en ellos que nos lleva con ellos?

“Dentro de la televisión trash la tensión realidad-ficción es muy adictiva, porque vuelve a los espectadores sujetos activos del hecho televisivo -opina Seselovsky-. El discurso de la televisión ya no es un pack cerrado que llega hasta tu casa y te dice lo que hay; ahora vos sos quien completa el proceso, porque sos el que se queda decidiendo qué es verdad y qué no.”

“Los espectadores somos gente extremadamente curiosa que busca en el espectáculo lo misterioso, lo raro y lo exótico que no aparece en nuestra vida cotidiana -explica D’Espósito-. Esos personajes son tan raros y coloridos como los luchadores de Titanes en el ring lo eran en nuestra infancia. Y uno, además, puede creer mucho más en sus historias porque no los presentan como personajes, sino como personas. Encima, decirle a una mina o a un mediático que es ‘basura’ porque hace la plata sin trabajar permite descargar la bronca que uno tiene con los personajes que ejercen un poder real sobre nosotros: ese jefe al que no podemos darle una trompada, esa secretaria que serrucha pisos. La profesión de blanco en la ficción es la más vieja del mundo.”

Luis Ventura, director de la revista Paparazzi y coequiper de Jorge Rial en Intrusos, dice: “Cultura no buscan, evidentemente. Lo que buscan son historias vacuas, triviales, nada del otro mundo, pero sí cosas entretenidas. Desde Paparazzi no les voy a enseñar a vivir, porque para eso están la escuela y la familia. Yo soy como un buen frutero: está el que te vende el cajón de la fruta podrida y está el que te abre el cajón y te lustra la fruta y te la da brillante. Eso hago yo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario