martes, 11 de septiembre de 2012

DERECHOS HUMANOS, MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA.

El origen del Operativo Cóndor en la Argentina y sus primeros muertos
En septiembre del '74, un grupo de tareas secuestró a tres jóvenes uruguayos. Lo dirigía un comisario de Montevideo que trabajaba con la Policía Federal. Sus cadáveres aparecieron en San Antonio de Areco. El inicio de la represión coordinada.

Por Carlos Romero

Aurora Meloni y su esposo, Daniel Banfi, habían llegado a la Argentina a fines de 1972, junto a sus dos pequeñas hijas. Como tantos uruguayos, venían huyendo de la escalada militar al otro lado del Río de la Plata. Pero es difícil escapar de lo que te está esperando, porque pronto toda la región iba a confluir en un mismo aparato represivo.

El 30 de octubre de 1974, los cuerpos sin vida de Banfi y de otros dos uruguayos residentes en la Argentina, Guillermo Jabif y Luis Latrónica, aparecieron enterrados en un campo de San Antonio de Areco. La autopsia fijó la fecha de deceso 24 horas antes. Los cadáveres tenían múltiples heridas de bala y estaban cubiertos de cal viva, para que no se los pudiera reconocer. Los habían secuestrado 50 días atrás, en dos operativos realizados con pocas horas de diferencia.

La prensa local habló del "triple homicidio de los Tupamaros" –en realidad, sólo Jabif era militante– y las autoridades atribuyeron los asesinatos a la Alianza Anticomunista Argentina (AAA). De hecho, así es como hoy están encuadrados judicialmente, después de que en 2006 se los integrara a la investigación por los crímenes de la patota parapolicial que respondía a José López Rega.

Sin embargo, de acuerdo a la documentación y a los testimonios a los que accedió Tiempo Argentino, el caso de estos jóvenes –Jabif apenas tenía 22 años, Banfi 24 y Latrónica 25– puede ser el primer antecedente de una operación conjunta realizada en el país por ese aparato represivo de escala continental luego conocido como Operativo o Plan Cóndor. De los secuestros –ocurridos antes del atentado en Buenos Aires contra el general chileno Carlos Prats, el 30 de septiembre del '74– participaron no sólo represores uruguayos, sino también, según testigos, personal vinculado a la Policía Federal Argentina (PFA). Y si bien pudo haber otros casos similares, ninguno hasta ese momento había terminado en un asesinato político como sucedió con los tres muchachos.

Esto no sólo confirmaría que las dictaduras vigentes en la región comenzaron a actuar en la Argentina mucho antes del golpe del ’76, sino que incluso ya lo hacían, con asistencia e impunidad, antes de que el gobierno de Isabel Perón dictara el estado de sitio, el 6 de noviembre del '74, fecha hasta ahora establecida por la justicia como inicio del Plan Cóndor a nivel local.

Casi dos meses antes, en la madruga del 13 de septiembre, unos diez hombres armados con pistolas y metralletas ingresaron al departamento de Aurora y Daniel Banfi, en Haedo. Se identificaron como policías, aunque vestían de civil, con camperas de cuero negro y guantes. De inmediato, los dueños de casa reconocieron al cabecilla, un paisano suyo: el comisario uruguayo Hugo Campos Hermida, del área antinarcóticos de la Dirección de Inteligencia de su país, abocado por entonces a la represión política a través del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas. Los Banfi lo habían conocido el 8 de octubre de 1969, en la jefatura de Montevideo, donde fueron detenidos por participar de una protesta estudiantil.

“También había un tipo rubio, joven, que no iba de negro”, relató Aurora Meloni, en diálogo con Tiempo. “Cuando Daniel preguntó quién era, Campos Hermida le dijo: ‘Es un uruguayo que tiene poco para hacer y nos da una mano’. A los dos nos pareció reconocerlo como alguien que trabajaba para la derecha en una facultad de Montevideo”, recordó Aurora, establecida hace muchos años en Roma, donde recientemente se elevó a juicio una causa que se ocupó del asesinato de su marido, que tenía ciudadanía italiana, como parte del Plan Cóndor (ver aparte).

Aquella madrugada, en la casa de Haedo había otros dos uruguayos, amigos de la pareja, que también fueron secuestrados: Luis Latrónica –asilado político bajo protección de la ONU– y Rivera Moreno. Cuando Aurora preguntó adónde se los llevaban, alguien le respondió: “Coordinación Federal”. En ese edificio de la calle Moreno 1417 funcionaba, y lo sigue haciendo, el aparato de inteligencia de la PFA, que en los '70 tuvo un rol clave en la instauración definitiva del terrorismo de Estado. “Dijeron que si los muchachos decían lo que sabían no había nada que temer, pero que si tenían algún problema pendiente con la policía uruguaya, serían inmediatamente trasladados”, contó Aurora.

Campos Hermida les preguntaba por Alberto Andrés Correa, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN)-Tupamaros, al que habían detenido dos semanas atrás. Daniel había conocido a Correa en el ‘67, cuando ambos eran seminaristas. El comisario le dijo que Correa lo había vinculado con el MLN y con un atentado en Luján, adjudicado al ERP. Lo cierto es que ni Daniel ni Luis Latrónica tenían por entonces actividad política. Poco le importó a los represores, guiados por la doctrina paranoica de la seguridad nacional, que habían encontrado el apellido “Banfi” en una agenda de Correa.

Pocas horas después, a las 12:30, un grupo de tareas –probablemente integrado por los mismos hombres– irrumpió en la vivienda de Guatemala al 4600, en el barrio de Palermo. Sacaron una chapa y se identificaron como policías. Iban de civil y portaban armas cortas y largas. Era la casa de la hermana de Alicia Dubra, esposa de Guillermo Jabif. “Estaba sola con mi sobrina, que tenía un año y medio”, recordó Alicia, quien sintió que la puerta se abría y pensó que había llegado “Willy”, como apodaban a Guillermo. Sin embargo, cuando giró, pudo ver a “un joven rubio, de buena presencia, con una 45 en la mano”. Ese “rubio” –quizás el mismo que estuvo en el departamento de los Banfi– le indicó que fuera al comedor, donde estaban interrogando a su esposo. “Algunos hablaban como uruguayos, no como argentinos”, remarcó Alicia. Por entonces, ambos eran parte del MLN-Tupamaros y Guillermo ya había estado en la prisión de Punta Carreta. Por eso, los secuestradores le decían: “De esta no te salvás. Ahora te vamos a mandar al Penal de Libertad”, que era la cárcel uruguaya para presos políticos. La suerte quiso que a Alicia no se la llevaran. Esperó 15 minutos y pasó a la clandestinidad.

Previo a estos hechos, en la medianoche del 12 de septiembre, varios hombres armados que viajaban en un Ford Falcon levantaron en el barrio de Once a Nicasio Romero, un uruguayo que trabajaba en una cadena de disquerías donde también era empleado Daniel Banfi. De las cinco personas que en total fueron víctimas de este raid de secuestros, sólo Romero y Rivera Moreno fueron luego liberados. En sus declaraciones, contaron que durante los días de captura, por el tono de voz, pudieron distinguir que los carceleros eran porteños pero que quienes aplicaban las torturas eran uruguayos.

Antes de que los cadáveres de Banfi, Jabif y Latrónica aparecieran en San Antonio de Areco, Aurora y Olga Jabif, madre de Guillermo, encabezaron una infructuosa búsqueda. El 4 de octubre, juntas visitaron el edificio de Coordinación Federal. “Hablamos con el subcomisario inspector de la Superintendencia Federal, el señor Getor, que estaba en el noveno piso”, relató Aurora, y agregó: “Cuando le dije que yo lo conocía bien a Campos Hermida, Getor me dijo que tenía una oficina en ese mismo piso, del otro lado corredor, pero que se ocupaba del tema narcotráfico y que por lo tanto no tenía nada que ver.”

Para Aurora, no hay dudas de que el comisario uruguayo –muerto por un cáncer de pulmón en 2001, a los 73 años, acusado de múltiples delitos de lesa humanidad– ya entonces actuaba con las fuerzas de seguridad argentinas. “Acá hubo un sistema, y para eso se necesitan protagonistas. Un sistema armado en Santiago, en Montevideo, en Buenos Aires, en el que también tuvieron que ver los bolivianos y los paraguayos. Y estamos hablando de hechos ocurridos antes del 6 de noviembre del ‘74”, aseguró. En ese sentido, la investigación histórica publicada en 2008 por la Universidad de la República Oriental del Uruguay señala como responsable de estos hechos a la PFA.

Semanas atrás, Alicia Dubra visitó los tribunales de Comodoro Py, donde por primera vez brindó declaración. Lo hizo en el marco del expediente de la AAA y, luego, ante la Fiscalía que sigue los crímenes atribuidos al Plan Cóndor, con la finalidad de que los tres asesinatos se sumen a esa causa, lo que habilitaría a que el proceso pueda continuarse en Uruguay. “Lo que planteo es que, claramente, estos hechos, por sus características, están dentro del Plan Cóndor. Aparte, tengo testimonio de otras personas que ya habían sido detenidas en Buenos Aires, previamente al caso de los chiquilines, y que habían sido interrogados por la policía uruguaya”, detalló Alicia, quien se mostró optimista sobre la decisión que pueda tomar el fiscal a cargo, Miguel Ángel Osorio.

En diálogo con a este diario, Osorio sostuvo que, en efecto, evaluaba “la posibilidad de, en algún momento, incorporar algunos aspectos de estos hechos a la investigación del Plan Cóndor”.

Lentamente, va quedando en claro cuán profunda, en el territorio y también en el tiempo, fue la matriz de una ideología represiva que trascendió fronteras y tiñó a todo un continente. «

El caso de banfi, a la espera del juicio en italia

En 1999, comenzó en los tribunales de Roma un proceso judicial para investigar el asesinato de 25 italianos en el marco del Plan Cóndor, entre ellos, 13 ítalo-uruguayos que fueron víctimas de la represión durante los '70 en la Argentina. Uno de ellos fue Daniel Banfi.

La investigación, a cargo del fiscal Giancarlo Capaldo, concluyó en 2010 y desde entonces aguarda a que la jueza Luisanna Figliola dé comienzo al juicio. "Para la justicia italiana estos hechos son parte del Plan Cóndor, con responsabilidades individuales y colectivas", explicó Aurora Meloni. "En el caso de Daniel –agregó–, Hugo Campos Hermida fue identificado como responsable del comando que operó en mi casa."

La lucha de Aurora comenzó 38 años atrás, a las pocas horas de que su marido fuera secuestrado. Recorrió distintas comisarías, donde primero le daban esperanzan y luego le decían que había entendido mal. Presentó hábeas corpus, envió decenas de telegramas –incluido uno a Isabelita, que se reproduce en estas páginas–, se entrevistó con el Alto Comisionado de la ONU y, junto a Olga Jabif, fue recibida en la Casa Rosada por un militar que todo el tiempo tuvo un revólver sobre la mesa.

Tras la aparición de los cadáveres en San Antonio de Areco, el 9 de noviembre de 1974, Aurora y el resto de su familia abandonaron el país, pero no la lucha por la memoria de Daniel.

El inicio de un plan regional

Según documentos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, el origen del Plan Cóndor se remonta a septiembre del '73, a partir del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende en Chile.

A partir de ese momento, las dictaduras de la región fueron aceitando un mecanismo de persecución y de asesinatos políticos que convirtió a todo el continente sudamericano en un mismo escenario de operaciones represivas, incluidos aquellos países que, formalmente, seguían teniendo gobiernos constitucionales, como fue el caso de la Argentina hasta marzo de 1976.

A principios de 1974, de acuerdo a reportes de la CIA, tuvo lugar en Buenos Aires una cumbre donde las fuerzas de seguridad de la Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia acordaron realizar ataques coordinados contra "blancos subversivos".

En sus registros, la agencia estadounidense consignó que, desde esa fecha, “los argentinos han conducido operaciones contra subversivos en conjunto con los chilenos y uruguayos”. Un año más tarde, en 1975, este aparato represivo transnacional sería oficialmente bautizado con el nombre de Plan Cóndor.

Sin embargo, para la investigadora norteamericana Patrice McSherry, esta concepción puede rastrearse hasta la década del 60, cuando los Estados Unidos empezaron a promover entre los militares sudamericanos la realización de “acciones preventivas en la región”, a través de organismos como la Escuela de las Américas.

09/09/12 Tiempo Argentino


GB

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