lunes, 27 de mayo de 2013

“Tratamos de convertir la cárcel en una escuela de cuadros” Por Alicia Sanguinetti. Extracto del libro El Devotazo politica@miradasalsur.com

Liberados. Alicia Sanguinetti, su compañero Alberto “El Capitán” Munárriz, desaparecido en 1974, y Marcelo “El Mono” Pistán. El Devotazo. Alicia Sanguinetti, fotógrafa, militante presa del PRT, documentó con una cámara ingresada de contrabando a Villa Devoto el momento de la liberación de los presos políticos el 25 de mayo de 1973. Provengo de una familia muy comprometida con la política, a pesar de no estar afiliados a ningún partido. Un abuelo paterno anarquista, un abuelo alemán socialista. Por su lado, mis padres, Anne-Marie Heinrich, fotógrafa, y Álvaro Sol, escritor, ambos eran socialistas que volcaron su militancia en la Junta de la Victoria y en el Consejo Argentino por la Paz. En la casa paterna solía haber mucha presencia de artistas y militantes políticos. (...) Ya en la escuela secundaria me acerqué al Partido Comunista a través de la Federación Juvenil Comunista, la Fede; posteriormente me contacté con otra organización, Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. En ambas agrupaciones estuve muy poco tiempo, ya que también tempranamente me relacioné con el Frente Antiimperialista de Trabajadores de la Cultura (Fatrac), que era el frente cultural organizado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Poco tiempo después, en 1969, me incorporé al PRT-ERP (...) Fui detenida el 8 de julio de 1970, con motivo de una acción que se iba a realizar como manifestación de protesta por el desfile militar que la dictadura, encabezada por entonces por el general Alejandro Agustín Lanusse, realizaría para celebrar el Día de la Independencia Nacional. Todo el equipo fue detenido. Yo tenía 25 años. (...) Fuimos detenidos cinco militantes. De la comisaría 2da., nuestro primer destino, pasamos los cinco a Coordinación Federal. Posteriormente, más o menos al mes, las compañeras fuimos trasladadas a la Cárcel de Mujeres, bajo la dirección de unas monjas. Al final, terminamos inaugurando el Pabellón de Mujeres en la Cárcel de Villa Devoto, pero al tiempo fuimos nuevamente derivadas, esta vez al penal de Rawson. Después de la fuga de agosto de 1972 y la posterior masacre de Trelew, las compañeras nuevamente volvimos a Villa Devoto, imponiéndonos un régimen de aislamiento de “máxima peligrosidad”. (...) Tratamos de convertir la cárcel en una escuela de cuadros, tal la línea emanada por el partido para todos los militantes en reclusión. Hacer de la experiencia carcelaria una experiencia útil. La idea era seguir formándonos en todos los aspectos, política y humanamente, para regresar a la libertad y seguir militando. En Villa Devoto nos reuníamos por equipos que compartíamos con compañeras de otras organizaciones, con las que manteníamos una excelente relación. (...) En esos equipos se estudiaba historia y economía, y se realizaban lecturas y charlas. También debatíamos nuestras diferencias políticas. Además, realizábamos trabajos prácticos de tejidos que nuestros familiares después vendían afuera del penal. Esas ventas contribuían para ayudar con nuestros gastos en el penal. (...) La victoria del Frejuli fue festejada con todos los compañeros, ya que sentíamos que se daban las condiciones para una mayor posibilidad de salir en libertad, y tras ello, reincorporarnos de inmediato a la lucha. (...) Todos estábamos por la amnistía, el indulto o lo que nos permitiera salir en libertad y volver a la militancia externa. Creíamos que se iba a dar la liberación en algún momento, pero que no había que dejar de pelearla para que la liberación de los presos políticos se diera lo antes posible y que no hubiera ninguna tentativa de dar marcha atrás. (...) En aquellas épocas mi relación con la fotografía era muy poca, ya que yo estaba militando a tiempo completo. La fotografía, por el momento, constituía una materia postergada. (...) La cámara me llegó el 24 de mayo, un día antes de nuestra liberación. Ese día, las requisas en el penal eran mucho más relajadas y, siendo justamente día de visitas, mi hermano Ricardo, que estaba haciendo fotografías en la calle para documentar el clima que se vivía en esos días, pudo ingresar a Villa Devoto con la cámara medio oculta. Esos días las visitas pudieron hacerse con contacto físico directo, reencontrándonos los detenidos con nuestras familias en el patio del penal, y no a través de rejas como antes. Al irse, Ricardo me pasó la cámara. (...) La verdad es que mi idea en esos momentos era simplemente documentar el ambiente festivo que se vivía en el penal, con la ilusión de que podíamos llegar a salir en libertad. Pude trabajar bastante libremente en el pabellón en el cual estábamos nosotras y también acercarme a las escaleras que llevaban al piso inferior. (...) El rollo ese quedó en el estudio fotográfico de mi familia, oculto, sin tomar en consideración lo que esas imágenes significaban. Dado que después de la liberación continué militando, y más tarde de manera clandestina, mis padres guardaron celosamente el rollo fotográfico, al igual que recortes de diarios y otros recuerdos. Todo ese bagaje de recuerdos e historias los recuperé recién en 1983, cuando volví a mi vida legal.(...) Viendo en esos momentos el rollo y las fotos, lo reviví como un material histórico que debía estar en manos de los Archivos de la Memoria. Es así como ese material fue a parar al Archivo Nacional de la Memoria (ANM), en la ex ESMA. También una muestra fotográfica completa fue donada al Museo de la Memoria de la Plata. Es un material histórico y que debe estar al servicio de nuestra historia. La historia de nuestro país. 26/05/13 Miradas al Sur

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