domingo, 30 de junio de 2013

Elecciones: ¿los "trece ranchos" o el puerto y el interés foráneo? Por Federico Bernal

Entre el discurso del 25 de mayo en Buenos Aires y los últimos en Córdoba, Rosario y Paraná, la presidenta de la Nación planteó con osadía revolucionaria el eje de la irresuelta cuestión nacional en la Argentina. En la capital de Entre Ríos –antigua sede de la Confederación Argentina durante la década del '50 del siglo XIX, en franco enfrentamiento al poder de los monopolistas bonaerenses del comercio, las finanzas y la Aduana (a su vez negada a todos los argentinos)– Cristina realizó una encendida defensa de Artigas y enfatizó la importancia de no dejar de analizar nuestra historia a la hora de explicar este presente. Tomando sus palabras así como el espíritu de su mensaje en esas cuatro emblemáticas alocuciones, a analizar y desempolvar nuestro pasado nacional y popular, vital como nunca al triunfo definitivo del pueblo argentino. MITRISMO AYER Y HOY. Cuenta Jorge Abelardo Ramos en su monumental Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, que después de Pavón (septiembre de 1861), Mitre propició la destrucción de los archivos de la Confederación Argentina al llevarlos a Buenos Aires cual botín de guerra, dejándolos al abandono del agua y la humedad en la vieja Aduana porteña. ¡Qué paradoja! En la Aduana finalmente moría todo: desde una nación soberana y autosuficiente hasta una cultura nacional. ¿Acaso Mitre se propuso lo mismo que los censores del Plan de Operaciones de Moreno y Belgrano? La historia real sería reemplazada por una artificial, creada a imagen y semejanza de intereses foráneos y locales elitistas. Resultado: uno de los períodos más cruciales de nuestra historia y fundamental como pocos a los tiempos que corren, el que va desde la batalla de Caseros (1852) a la presidencia de Mitre (1862-8), devino en uno de los menos conocidos y esclarecidos. ¿Por qué recordarlo ahora? La victoria de Urquiza sobre Rosas permitiría el ascenso arrollador de la oligarquía bonaerense (hegemonía porteño-británica) personificada en la figura Mitre, ascenso que habría de definir la ulterior historia nacional y sudamericana hasta nuestros días. El mitrismo insertó a la Argentina en el mercado mundial como semicolonia del ascendente imperialismo británico. Y es justamente el mitrismo la base constitucional de la ideología y el accionar antinacionales también de nuestra época. Durante su gobierno se fundó la Sociedad Rural Argentina; defendió una "democracia" formal (oligocracia) excluyente de las grandes mayorías; aniquiló a la "barbarie criolla" (incluyendo el Paraguay de Solano López) y priorizó los intereses localistas de Buenos Aires y el Litoral; defendió el librecambio, el inmovilismo agrario y vacuno (antiindustrialista), un comercio y una economía semicolonial (probritánica), con un Poder Judicial cuyo bautismo de fuego sería, una vez tomada la Sala de Representantes de Buenos Aires por el fraude a fines de 1852, descargar toda la furia con Juan Manuel de Rosas y sus posesiones (por ejemplo, el actual predio de la Sociedad Rural en Palermo). Mitre fue antipopular, golpista y amante de una cultura foránea, como Sarmiento, Valentín Alsina y Vélez Sarsfield, estos dos discípulos de Rivadavia. MITRE (Y LONDRES) PRESIDENTE. La Constituyente de la década del '50 y su máxima creación, la Constitución de 1853, fue reformada a gusto y antojo de Buenos Aires y el interés comercial británico. Ya en los prolegómenos de aquella olvidada pero estratégica década del cincuenta del siglo XIX, Bartolomé Mitre se encontraba al frente de Buenos Aires. Con la traición de Urquiza en Pavón, el gobernador porteño dio el golpe de Estado a Derqui en Paraná –sede de la Confederación Argentina, donde residía el histórico proyecto nacional y popular–, disolvió el Congreso Federal y convocó a elecciones en mayo de 1862. "Mitre quería revivir las nociones constitucionales de Rivadavia, en relación al lugar [la función] que debía ocupar Buenos Aires en la República. [...] Propuso que la provincia mantenga su carácter separatista, una idea altamente aceptable a los intereses rurales provinciales. [...] Cuando Mitre asumió como presidente constitucional... uno de los objetivos de la política británica se había alcanzado" (Gran Bretaña y Argentina en el Siglo XIX. H. Ferns. Págs. 321 y 322). Con Mitre terminó de consolidarse la semicolonia nacida de la derrota del Plan de Operaciones, semicolonia que imponía, a sangre y fuego, el proyecto político del granero del mundo, militarmente imbatible gracias al financiamiento británico. Su primera gran medida como presidente de la República fue anular los gobiernos provinciales, en manos de caudillos que defendían con sus lanzas no sólo el despotismo porteño sino el librecomercio impuesto desde Buenos Aires y Londres. La "unidad a palos" era la condición exigida por Gran Bretaña para abrir el mercado de la Cuenca del Plata a su producción (el FMI y Washington nos condicionarían futuros empréstitos a medidas de genocidio social, austeridad, recortes, despidos, es decir, "unidad a palos"). En fin, con Mitre no se iniciaba una etapa decisiva en la construcción de la Nación Argentina, tal como se enseña en escuelas, universidades y liceos militares, sino una etapa decisiva en la destrucción de una Nación socialmente justa y económicamente moderna y soberana. Con Mitre renacieron y se consolidaron las aspiraciones de los contrarrevolucionarios de Mayo aliados del capitalismo foráneo. ELECCIONES: ¿PUERTO, INTERÉS EXTRANJERO O LOS "TRECE RANCHOS"? Luego del genocidio social mitrista sobre el país profundo (recordar que su ministro de Guerra fue Sarmiento), la oligarquía bonaerense traería los ferrocarriles británicos cuyo trazado habría de despoblar y desmantelar pueblos y rutas comerciales internas e intersuramericanas (provincias mediterráneas y del norte entre 1853 y 1863 mantenían un fructífero comercio con muchas ciudades chilenas y bolivianas). Los capitales británicos vendrían con nuevos empréstitos, interrumpidos durante el régimen de Rosas, y con entrega de centenares de miles de hectáreas a firmas y caballeros ingleses, agravando así con su extranjerización la concentración de tierras heredada de la Enfiteusis. ¿Qué hizo la justicia de entonces al respecto del brutal genocidio social y económico (como el de 1976, y el acontecido entre 1983 y mayo de 2003)? Sólo José Hernández se atreverá a denunciar el crimen del gauchaje desde un diario de Paraná, último resabio de la Confederación y a donde había tenido que emigrar por la persecución porteña. Aquí la "paz" del progresismo neoliberal; aquí la paz y la "justicia" defendidas por el diario de la oligarquía argentina. Como gobernador de Buenos Aires, en 1861, Mitre afirmaba al inaugurar las obras del Ferrocarril Sud: "Démonos cuenta de este triunfo pacífico, busquemos el nervio motor de esos progresos y veamos cuál es la fuerza inicial que lo pone en movimiento. ¿Cuál es la fuerza que impulsa ese progreso? Señores: es el capital inglés". El autodenominado Estado Buenos Aires tenía su metrobus (también su ejército, aduana, banca y propia Constitución), Gran Bretaña su granero, la civilizada Europa su semicolonia y el pueblo su genocidio. En estas elecciones, y como nunca desde 1852/62, los 40 millones se juegan la supremacía del puerto y el interés foráneo sobre los "trece ranchos". Nos jugamos la consolidación de la nacionalidad. "Estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana", señaló la presidenta en su alocución con motivo de la celebración de los 400 años de la Universidad Nacional de Córdoba. Nada más cierto. 30/06/13 Tiempo Argentino

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