miércoles, 31 de julio de 2013

EL CASO DE LA NIñA TRANS Y LA ABOGADA QUE OFRECE ASISTENCIA LEGAL

Una solidaridad con historia Carolina Jacky tiene 61 años y hasta hace cinco era un abogado que litigaba en los tribunales de Mendoza. Conmovida por el caso que publicó el domingo Página/12, una abogada, que hace cinco años cambió su identidad de género, ofreció a la familia su servicio gratuito para que la niña pueda obtener un nuevo documento de identidad. Por Mariana Carbajal Carolina Jacky está conmovida. Dice que se le escaparon algunas lágrimas. La historia de Lulú, la niña trans de 6 años, que reveló Página/12 el domingo, le removió parte de su propia historia. Jacky tiene 61 años y hasta hace cinco años era un abogado que trajinaba los tribunales de la ciudad de Mendoza. Desde entonces dejó las corbatas para empezar a lucir polleras y vestidos, y seguir litigando como abogada. Aunque sueña con ser magistrada: el año pasado dio examen para convertirse en jueza federal y espera con ansiedad el resultado. “Yo a los cinco años ya me cuestionaba por qué no iba a poder estar embarazada y tener un hijo como cualquier mujer. No es una elección. Es algo que una trae de fábrica”, dice Jacky, y ofrece llevar el reclamo legal para que Lulú pueda tener un nuevo DNI, acorde con su identidad femenina, como reclama la mamá de la niña y el equipo terapéutico que la acompaña. Muchos años antes de que se pensara en la posibilidad de una Ley de Identidad de Género en el país, Jacky batalló en la Justicia las primeras rectificaciones de DNI y reasignaciones sexuales para hombres y mujeres trans en su provincia: en total intervino en 14 casos, incluido el propio. En su edición del domingo, este diario dio a conocer el reclamo de la familia de Lulú, quien nació con genitales masculinos –y recibió nombre de varón– pero a partir del año y medio de vida empezó a expresar que era una nena y a querer vestirse con ropa femenina y a jugar con muñecas. La mamá de la niña le escribió una carta a la Presidenta pidiéndole que la ayude a obtener un nuevo DNI, luego de que se lo denegaran en el Registro Civil de su distrito, donde intentó tramitarlo a mediados del año pasado siguiendo el procedimiento previsto en la Ley de Identidad de Género para los menores de 14 años. “La historia de Lulú me removió parte de mi historia –contó Jacky–. Aunque no sea igual. Pero los sentimientos que tiene Lulú, las personas trans los hemos tenido, al menos muchas de las que yo conozco y acompañé en su reclamo judicial para tener un nuevo DNI y poder tener una operación de reasignación sexual. Cada una en su época. Hoy puedo decir que desde los 4 o 5 años sentía que estaba en un cuerpo equivocado. Yo pensaba: nací mal, acá hay un error y no me lo quieren decir. Yo nací en 1952. Hoy los papás de Lulú, afortunadamente, tienen información. Antes, de esto no se hablaba. Yo pensaba que era a la única persona que le pasaba, que lo que tenía era una fantasía. Recién con el acceso a Internet, en la década del ‘90, empecé a buscar y pude enterarme de que había otras personas con la misma condición”, recordó la abogada en diálogo con Página/12. También se acuerda de que en tercer grado tuvo que estar en cama más de un mes por tener hepatitis, y que vio en una revista Billiken un kit para bordar y se lo pidió a su madre. “Me dijo que eso era para nenas. Eso te marca. Te queda claro que está prohibido y no lo pedís ni lo hacés más.” A los 14 años le dieron una terapia hormonal porque su cuerpo no seguía el desarrollo esperado para un adolescente de su edad, e inclusive lo mandaron a una fonoaudióloga para engrosar sus cuerdas vocales, porque cuando atendía el teléfono en su casa la gente pensaba que del otro lado de la línea había una chica. Jacky tiene 37 años de ejercicio de la profesión. Recién hace cinco años se animó a dejar de ser un abogado para convertirse en la abogada Carolina Jacky. “Desde hace años que me sentía mujer”, destacó. En 2010 –antes de la Ley de Identidad de Género– consiguió una autorización judicial para poder realizarse la operación de reasignación de sexo. Tenía turno para el año pasado, pero no pudo concretarla porque le coincidió la fecha con el examen que dio junto a otros 35 postulantes, para convertirse en miembro de la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza, un órgano que tiene cuatro cargos vacantes tras la remoción de Luis Miret y de Otilio Romano luego de que se comprobaran los vínculos de ambos con la última dictadura militar. Después del examen sufrió un infarto y le colocaron un stent. Y le indicaron que debía esperar un año para someterse a una nueva cirugía. Ahora que se cumplió ese plazo, prefiere esperar un poquito más hasta ver si el Consejo de la Magistratura da a conocer los resultados de los exámenes, para ver si tiene que dar un test oral, ya que la operación de reasignación de sexo le exige dos meses de reposo y no quiere estar imposibilitada para rendir. –¿A su familia le costó aceptar su identidad de género femenina? –le preguntó Página/12. –A mi familia le costó. A mí también. Con mi mamá está ahora todo bien, pero ella sentía mucha angustia pensando que lo que a mí me pasaba era culpa suya. Esto no es culpa de nadie. Esto es algo que no se construye, que viene con una. Muchos colegas me dicen: “Qué huevos has tenido”. Y yo les digo: esto solo lo hace una mujer (se ríe). Las mujeres vamos para adelante, avanzamos. Por eso la mamá de Lulú está dando esta batalla. Me pongo a disposición, gratuitamente por supuesto, para lo que la pueda ayudar. 30/07/13 Página|12

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