lunes, 26 de agosto de 2013

La realidad, el poder y el imaginario zocalero Por Jorge Muracciole

Décadas de políticas neoliberales aplicadas en el sub–continente americano hicieron del mismo el territorio más desigual a escala planetaria. Según datos de Naciones Unidas, a pesar de los importantes avances habidos en la última década en países como Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Argentina, en Latinoamérica siguen existiendo 180 millones de pobres. Lo cierto es que uno de los limitantes que impiden profundizar las medidas estructurales que posibiliten una mayor distribución de los Productos Brutos Internos en favor de los sectores más postergados de la sociedad, son los lobbies conformados por las antiguas clases propietarias de las tierras y las finanzas que, asociadas a distintos grupos económicos transnacionales, actúan como elementos de presión a una Justicia enmarañada por intereses ajenos a las grandes mayorías. Vínculos incubados en décadas de relaciones carnales con las aristocracias nativas y los reales centros de poder a escala mundial. Los desafíos del presente de los gobiernos de la región que han generado senderos heterodoxos al neoliberalismo hegemónico a escala global son los de trascender los límites impuestos por el establishment conservador, para lograr profundizar las políticas que instalen la igualdad de oportunidades y el mejoramiento de las condiciones de existencia sin exclusiones. Para ese objetivo se deberá avanzar en una política comunicacional que rompa el cerco mediático de las corporaciones periodísticas defensoras del orden establecido por décadas. Ese orden es sostenido por una industria comunicacional que formatea subjetividades, instala agendas temáticas, en constante reforzamiento de una cultura del individualismo exacerbado de la mano de una chatura basada en el entretenimiento pasatista, la invasión del periodismo de chimentos y los shows políticos televisivos, donde se pondera el denuncismo, que es usado como cortina de humo para invisibilizar la corrupción congénita, propia del patrón de acumulación capitalista y la perversa lógica de la globalización financiera. La resistencia denodada de los dueños del poder real en evitar cualquier medida democratizante en el ámbito comunicacional como en el aparato judicial no es casual. La Justicia se ha convertido en el último garante de la perpetuación del status quo cristalizado en el Terrorismo de Estado implementado por la dictadura cívico militar, haciendo caso omiso a las decisiones democráticas de los órganos representativos y borrando con el codo de la justicia de los poderosos las determinaciones de las instituciones elegidas por el voto de las mayorías. Se desprende de lo afirmado el festival de cautelares que han impedido la gobernabilidad democrática en los últimos años. El otro dispositivo de dominación que no están dispuestos a resignar es el conglomerado mediático construido en décadas y consolidado en plena dictadura. Esta profunda asimetría de voces es la que permite distorsionar los actos de gobierno, invisibilizar las medidas que inciden favorablemente en la vida cotidiana de las mayorías y magnificar las asignaturas pendientes del proyecto en curso. En esa tarea los canales de noticias de la oposición mediática se destacan por instalar candidatos, denostar funcionarios o montar shows denuncistas que son reproducidos a lo largo de la semana en los múltiples espacios informativos o a través de los recurrentes titulares de los medios escritos de mayor llegada. Pero en esta cruzada desinformativa de la red destituyente, el dispositivo de mayor incidencia en el común de la ciudadanía son los zócalos que sintetizan los comentarios de las pantallas sin sonido que están instaladas en cada uno de los centenares de miles de bares, espacios públicos y salas de espera a lo largo de nuestra geografía, que se han constituido junto a los titulares de los periódicos en el principal medio de información de masas. Esta precariedad informativa es el sustrato en que se sustenta junto a las prácticas de vida consumistas, el sentido común formateado día a día por los poderosos. De estos mecanismos dependen en la sociedad contemporánea la consolidación del imaginario social de nuestro tiempo. El desafío de cualquiera de los gobiernos de la región que intente un sendero alternativo al neoliberalismo hegemónico es tener en cuenta que para profundizar la democracia real se tendrá que resolver satisfactoriamente la madre de todas las batallas. La lucha contra la pobreza de la mano de la necesaria batalla cultural, donde se prioricen valores como la solidaridad, la equidad y el sentido de pertenencia a una sociedad inclusiva. Infonews

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