martes, 28 de enero de 2014

Foro de Davos: el champagne los puso más optimistas

Por Roberto Montoya. Desde Madrid
mundo@miradasalsur.com

Sonrisas. EE.UU celebró la agenda discutida en Davos.

Los banqueros y empresarios más ricos del mundo, y representantes del FMI, el Banco Mundial y la OMC, festejaron “el fin de la recesión” en un fastuoso hotel de los Alpes Suizos.

Fueron más de 2.500 los grandes empresarios, banqueros, economistas, representantes del FMI, del Banco Mundial, de la Organización Mundial de Comercio, y decenas los mandatarios –y los aspirantes a serlo– que se reunieron en la ciudad de Davos, en los Alpes suizos, para celebrar una nueva cita del Foro Económico Mundial.

Es la gran fiesta anual de los ricos, de los poderosos de la Tierra, de los que mueven las finanzas mundiales, en la que por unos días se golpean el pecho y se lamentan colectivamente de los problemas del planeta y de las miserias de millones y millones de personas, mientras hacen negocios, cierran grandes operaciones comerciales y acuerdos bilaterales.

Rodeados de montañas nevadas y alojados en el fastuoso Hotel Belvedere durante cuatro días, tan distinguidas personalidades descubrían estos días que "hay una gran desigualdad en el mundo", mientras consumían 16.805 exquisitos canapés, 80 kilos de salmón y 1.594 botellas de champagne.

En el informe Riesgos globales 2014, presentado públicamente días antes en Londres, los organizadores del evento descubrían que las profundas diferencias económicas entre países pobres y países ricos, reproducidas también dentro de cada uno de ellos, "pueden provocar conflictos sociales".

En dicho informe se analizan los 31 problemas más importantes que entienden que existen y existirán en el mundo durante los próximos diez años, entre los cuales reconocen desde los "fallos" en el sistema en instituciones financieras mundiales, la desigualdad social, el drama del desempleo, de la sanidad, o los problemas de agua, del calentamiento global y otros. Las elites empresariales allí representadas escucharon con interés –al menos eso aparentaban– el mensaje que envió el papa Francisco, en el que éste apelaba a la responsabilidad de los participantes del encuentro para atender al drama de la pobreza y la exclusión mundiales.

Seguramente la mayoría de ellos leyó también –con el mismo interés, qué duda cabe– el informe que con motivo de esa cita de los ricos publicó la organización humanitaria internacional Oxfam-Intermon. Un informe sólido, con cifras contrastadas, incuestionables.

El título del documento de 34 páginas es elocuente: Gobernar para las elites, secuestro democrático y desigualdad económica. ¿Y cuáles son esas cifras?

"La desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países", dice el texto. "La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante; la riqueza del 1% de la población asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población mundial".

O dicho en cifras aún más precisas: "La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo". Y continúa: "Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años; el 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos". Y se pone el ejemplo de Estados Unidos: "El 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más".

Pero el documento no se limita a analizar los graves problemas sociales que afectan al mundo, sino que al mismo tiempo instaba específicamente a los participantes del Foro Económico Mundial de Davos a tomar medidas concretas para revertir drásticamente esa situación. Estas fueron sólo algunas de sus numerosas y precisas recomendaciones: "No utilizar paraísos fiscales para evadir impuestos ni en sus propios países ni en otros países en los que invierten y operan; no utilizar su riqueza económica para obtener favores políticos que supongan un menoscabo de la voluntad política de sus conciudadanos; respaldar una fiscalidad progresiva sobre la riqueza y los ingresos; exigir a los gobiernos que utilicen su recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos asistencia sanitaria, educación y protección social universales; reclamar que todas las empresas que poseen o controlan ofrezcan un salario digno a los trabajadores".

Pero semejantes datos, semejante radiografía de la dramática situación mundial, no empañaron el optimista clima en el encuentro de Davos. "El optimismo está en el aire", dijo exultante la directora gerente de un organismo tan solidario como el Fondo Monetario Internacional, la francesa Christine Lagarde. Y ese optimismo se veía confirmado por una encuesta entre consejeros delegados que presentó en esa reunión Price Waterhouse Coopers. Según esta firma, el 44% de los altos ejecutivos de todo el mundo confía en una gran mejora de la economía mundial a corto y mediano plazo.

Y es que los líderes políticos, y sobre todo los ejecutivos de las multinacionales de EE.UU., Europa, Japón y otros países desarrollados, festejaban que gracias al rescate a la gran banca y a la gran patronal –pagado con dinero público de los contribuyentes– se ha empezado a salir de la recesión –al menos técnicamente– y a crecer. ¿Qué importa que esa mejora en las macrofiguras escondan legiones de millones de desempleados, enormes bolsas de pobreza y una agudización de la desigualdad social?

Los ricos de Davos ya enumeraron sus recetas para resolver esos “problemitas”, esos “flecos” aún pendientes de resolver. Y son las mismas de siempre: más facilidades y menor presión fiscal para las multinacionales; más liberalización del mercado; más “flexibilidad” laboral; privatización de la educación, de la sanidad, de los servicios públicos, de la energía, de las industrias estratégicas.

América latina las conoce bien, tuvieron su apogeo en los ’90 y todavía hoy sigue pagando aquella factura. Ahora les toca a los europeos; 500 millones las están padeciendo desde 2008.

26/01/14 Miradas al Sur
  

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