jueves, 27 de febrero de 2014

Apuntes sobre la cultura nacional Por Juan Godoy*

Por Juan Godoy*

Imagen: Daniel Santoro, "Niños peronistas combatiendo el capital".

“Igual que un poncho
a uno lo envuelve la tierra.
Desde el llano hasta la sierra
se va una sombra extendiendo,
y el alma va comprendiendo
las cosas que el mundo encierra”

(Atahualpa Yupanqui, 1972: 31)

“Se trata de la absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de América, como a modo de equilibrio y reintegración de lo humano en estas tierras” 
(Kusch, 2007: 18)

En los países semi-coloniales como la Argentina, parte de una nación (latinoamericana) inconclusa, consideramos que la revalorización de la cultura nacional adquiere una relevancia especial. La veintena de “Patrias Chicas” que nacieron luego de transcurrido el primer cuarto del siglo XIX, una vez finalizados de nuestros procesos emancipatorios, surgieron como economías dependientes, de cara a Europa, en nuestro caso específico, a Inglaterra. 

Así, estas naciones fragmentadas se enfrentan con el problema del escaso desarrollo nacional, y la imposibilidad de impulsarlo sin transformar profundamente la estructura semi-colonial, lo que implica menos nivel de independencia económica, soberanía política, justicia social, y por ende de una cultura nacional. Norberto Galasso afirma que “en los países soberanos, cuya cuestión nacional está resuelta, naturalmente se piensa “en nacional”, sin necesidad de propuesta o polémica previa (…) pero en los países semi-coloniales –aquellos que conservan los atributos formales de la soberanía: bandera, himno, presidente, etc.- la formulación de ideas y proyectos nacionales solo se logra tras el previo quebrantamiento de la influencia del aparato colonizador” (Galasso, 2008: 293-294). Sin este quebrantamiento se piensa con los esquemas del colonizador. Paulo Freire refiere, en este sentido, a la figura de la introyección de la sombra del opresor por parte del oprimido (Freire, 1970)

Las economías dependientes importan mercancías como ideas de las metrópolis, la penetración económica viene de la mano de la penetración cultural, las cuales se apuntalan mutuamente. Resultado de este proceso es el impedimento de la formación de una conciencia nacional, lo que quita fortaleza a las fuerzas defensivas de lo nacional. Ese proceso que la conceptualización de colonización pedagógica define precisamente, la cual “se revela esencial, pues (en las semi-colonias) no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista (…). De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado del conjunto de la cultura argentina o seudo-argentina, forjada por un siglo de dictadura espiritual oligárquica” (Ramos, 1961: 12). La perseverancia del orden en nuestros países se relaciona estrechamente con el desconocimiento de la opresión imperialista de la nación.

En la historia nacional encontramos que “el gobernar es poblar de Alberdi corrió en paralelo al educar al soberano de Sarmiento. Ambas síntesis complementáronse admirablemente: poblar fue despoblar de criollos y repoblar de europeos: educar, ascender a virtudes las modalidades foráneas y bajar a vicios las autóctonas” (Rosa, 1967: 160) Este despoblar de criollos significó la persecución y aniquilamiento de gran parte de la población gaucha, el avance del gobierno de Mitre sobre el Noroeste Argentino dejando miles de criollos muertos es una muestra cabal del lugar al que estuvo dispuesta a llegar la oligarquía (aliada al imperialismo), para imponer la “civilización” europea en Nuestra América. 

“Civilización y barbarie” es la bandera que obtura el desarrollo pleno de la cultura nacional, donde la primera consiste en lo foráneo, mientras que la segunda refiere a lo local, lo propio. Así civilizar consistió en desnacionalizar, Arturo Jauretche hace entonces un llamado a la descolonización pedagógica, y argumenta que es necesario pensar en nacional, llevar adelante una política nacional, es decir “una línea política que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes” (Jauretche, 1976: 21). Lo nacional “no significa, en modo alguno negar lo extranjero, ni sustentar un nacionalismo xenófobo (…) Lo nacional es lo universal visto por nosotros”(Citado en Galasso-Ibáñez, 2004: 13). El crecimiento y fortalecimiento de nuestra conciencia cultural “nos conducirá a sentirnos no extraños a Europa, pero en lo esencial, no europeos” (Hernández Arregui, 1973a: 286-287)

Se trata de romper con este orden semi-colonial que importa ideas, usos y costumbres de los países dominantes, no repetir cual loro las ideas desarrolladas en otros contextos y/u otros tiempos, de ahí que Simón Rodríguez afirmara: “Traer Ideas Coloniales a las Colonias! (…) ¿Estamos tratando de quemar las que tenemos? (…) ¿Vienen a proponernos cargamentos de Rubios…en lugar de los negros que nos traían antes? - ¿para alborotarnos la conciencia, i hacernos pelear por dimes y diretes, sacados de la Biblia?? … que COMERCIO! Válganos Dios” (citado en Wainsztok, s.f. ). A principios de siglo Ricardo Rojas llamaba la atención que acerca de nuestro sistema educativo, el cual considera que falló “a causa del vacío enciclopedismo y la simiesca manía de imitación, que nos llevara a estériles estudios universales, en detrimento de una fecunda educación nacional”(Rojas, 1971: 137). Se trata entonces de recuperar nuestras voces, lo cual no pretende invalidar todo pensamiento surgido en otras latitudes, no es que las ideas sean nacionales por ubicación geográfica, pues “lo que hace que una ideología sea foránea, extraña, exótica, antinacional no es su origen sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades” (Cooke, 2011: 155). 

No por casualidad el imperialismo actúa como disolvente de la cultura nacional. Es que ésta es por un lado, una forma de oponerse a la penetración extranjera, la reivindicación de las propias creaciones; y por el otro, es la que marca donde apuntalar el camino hacia la construcción de un proyecto nacional. La cultura nacional es la cultura popular, “toda cultura se inspira en el pueblo y en su ámbito geográfico y espiritual. Invertir el proceso genético, como lo ha hecho (…) la intelectualidad más visible de Buenos Aires, es adulterar el país” (Hernández Arregui, 2004: 44). En términos de Rodolfo Kusch, “la base de nuestra razón de ser está en el subsuelo social (…) el pensamiento popular, y no culto, es en gran medida fundante, por cuanto posiblemente contiene las líneas generales del pensar humano en su totalidad” (Kusch, 2007a: 569-570).

Mientras para la cultura popular el imperialismo genera defensa y rechazo, la oligarquía antepone los intereses de clase a los nacionales. Avanza Arregui en el planteo y afirma que “el colonizado deviene extranjero en sus maneras de sentir y pensar, y de este modo, aunque vive en el país, permanece extraño a su realidad profunda (y en nuestros países) “toda lucha por la liberación contiene en su seno la emancipación cultural (…) la existencia de una cultura nacional de liberación, sólo puede concebirse como militancia política (así) la cultura de la liberación apunta a la construcción de la Patria Grande” (Hernández Arregui, 1973: 25-27)

De esta forma, a partir de las consideraciones que realizamos en estas líneas, sostenemos la importancia de la revalorización de la cultura nacional, que es la cultura popular, en los movimientos de liberación nacional de los países de Nuestra América que procuran integrar una Nación Común. La valorizamos como gesto de oposición al imperialismo, como forma de rescatar y encontrar nuestras voces silenciadas por el aparato de la cultura oficial (la de la oligarquía aliada a los centros imperiales), y por último, porque la cultura nacional-latinoamericana es el puntal en que se asienta la lucha por nuestra emancipación. 

Bibliografía

- Cooke, John William. (2011). Peronismo y revolución. El peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases. En Obras Completas. Tomo V. Buenos Aires: Colihue.
- Freire, Paulo. (1970). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Galasso, Norberto. (2008). ¿Cómo pensar la realidad nacional? Crítica al pensamiento colonizado. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional.
- Hernández Arregui, Juan José. (2004). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).
- Hernández Arregui, Juan José. (1973). Peronismo y socialismo. Buenos Aires: Corregidor.
- Hernández Arregui, Juan José. (1973a). Imperialismo y cultura. Buenos Aires: Plus Ultra.
- Jauretche, Arturo. (1976). Forja y la década infame. Con un apéndice de manifiestos, declaraciones y textos volantes. Buenos Aires: Peña Lillo.
- Jauretche, Arturo. (2004). Textos selectos. Buenos Aires: Corregidor.
- Kusch, Rodolfo. (2007). América Profunda. En Obras Completas. Tomo II. Buenos Aires: Fundación Ross.
- Kusch, Rodolfo. (2007a). La negación en el pensamiento popular. En Obras Completas. Tomo II. Buenos Aires: Fundación Ross.
- Ramos, Jorge Abelardo. (1961). Crisis y resurrección de la literatura Argentina. Buenos Aires: Coyoacán.
- Rojas, Ricardo. (1971). La restauración nacionalista. Buenos Aires: Peña Lillo.
- Rosa, José María. (1967). Defensa y pérdida de nuestra independencia económica. Buenos Aires: Huemul.
- Yupanqui, Atahualpa. (1972). El Payador perseguido. Buenos Aires: Fabril editora.
- Wainsztok, Carla. Pedagogía y autonomía en Simón Rodríguez. En AA.VV. (2009). La Patria es América. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
- Wainsztok, Carla. (s.f.). Simón Rodríguez: la palabra insurgente. Disponible en http://isfd1bibliotecavirtual.blogspot.com.ar/2013/05/wainsztok.html

* Licenciado en sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)




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