viernes, 28 de febrero de 2014

Peronismo: Ahora, Coca-Cola light


Por Martín Rodríguez
Cuesta encontrar diferencias entre Scioli y Massa. El negocio de ir divididos empieza a hacer agua cuando las opciones no son de “ruptura”.
Argentina recuperó su crisis de representación, pero no recuperó su sistema de partidos. Hay políticos, parlamento, corporaciones, militancia, pero no hay partidos políticos. Dicho esto, el peronismo actúa desde 2001 (en la caída del sueño bipartidista) como un subsistema del sistema de partidos, ofreciendo un juego de relevos a través de la situación de hecho de su poder institucional. Digámoslo así: el peronismo produce representación en todo tiempo y espacio. ¿Cómo lo hace? Escueto: hay más distancia entre dos peronistas enfrentados que entre cualquier peronista con un no peronista. Eso le permite reinaugurarse, cambiar de signo, manteniendo un elenco estable de actores y promoviendo renovaciones generacionales. Y eso tiene su sangre: 364 días de la traición y un día de la lealtad. A Menem lo mató Duhalde. A Duhalde lo mató Kirchner. El peronismo es “durmiendo con el enemigo”. No hace pesar su identidad sentimental sino su poder. El mito multiplicado de que nadie puede gobernar la Argentina sin él.
Hoy, lo curioso es que el kirchnerismo tiene su potencial recambio en peronistas que prometen una sucesión ordenada. O, en tal caso, “asesinos que no quieren matar a la víctima”. No quieren ganarle a la Coca-Cola, quieren lanzar una Coca-Cola light. No es Menem contra la moderación renovadora, ni Duhalde contra el exceso liberal, ni Kirchner recuperando la tradición de la JP. Es lo inédito: un intento hereditario a partir de un enfriamiento de la política para ordenar la economía. Hay más 2005 que 90’s en la promesa pos-kirchnerista del peronismo.
¿No fueron los tweets de Massa contra el chavismo el gesto de mayor desobediencia simbólica hacia el kirchnerismo? Veamos sino sus mayores apuntes. La “crítica al INDEC” es fácil cuando no hay un solo kirchnerista que lo defienda en voz alta. Y todos los no kirchneristas tienen su plan contra la inflación: decir cuánta hay. Ese largo chiste autonarrado llamado Guillermo Moreno dejó esa pelota picando: “la verdad como gestión”, decir la inflación. El reclamo por la inseguridad es un genérico: el mismo kirchnerismo tiene todas las líneas (contradictorias) juntas para enfrentarla. Desde el CELS hasta Granados-Berni, o sea: desde la auditoría de los derechos humanos permanente hasta el fortalecimiento del poder policial. ¿Se acuerdan de los “titulares y suplentes” y esas citas a la burguesía para decirles a los gritos quién los representaba mejor? ¿O no era eso en definitiva? Claro que el fin de ciclo tiene su melancolía, en este caso, típica: “oh, no hay burguesía nacional”.
En definitiva, la que parecía ser la “criticable agenda de Massa” es también la hoja de ruta de los últimos meses que tomó el gobierno (el apego a una nueva racionalidad de crisis):
· Suba del mínimo no imponible
· Devaluación
· Combate a la inflación
· Combate a la inseguridad
· Auxilio financiero internacional
· Inversión extranjera
· Salida del cepo cambiario
· Estadísticas nuevas y creíbles
¿Estas iniciativas implicaban el “giro a la derecha” de la “agenda intermedia”? El gobierno negó el resultado de 2013 y a la vez se miró en el espejo de ese resultado. Cambió como nunca antes, aunque eso no se transparentara en su prosa militante, nacida y criada en la contención de los propios. Pero cambió, giró, volvió sobre sus pasos, deshizo “banderas” (¡lucha cultural contra el dólar!) porque puede hacerlo, no tiene condicionamientos estructurales para hacerlo. Un cientista social se preguntaría: ¿cuál es el sujeto del kirchnerismo finalmente? Si no es el sindicalismo, si no es la vieja o nueva burguesía nacional, si no es la clase media (a la que discursivamente desprecia).
Carlos Corach lo dice: “como nunca antes el No Peronismo tiene chances de llegar al poder”. Carlos Pagni dijo, entrevistado por la revista Crisis, que el dato de esta década fue la extinción del partido radical. Un peronismo tan dividido pero que no se diferencia entre sí mejora la performance del No peronismo. En resumen, este peronismo fragmentado entre opciones no tan distintas, podría ser amenazado con chances ciertas por el No peronismo. El negocio de ir divididos empieza a hacer agua cuando las opciones no son de “ruptura”. Por eso sobrevuela la palabra unidad. Algunos se empiezan a preguntar si esa no es una necesidad corporativa.
Cristina está sola y lo comprobó en 2013. Todos se dedican a la batalla cultural, ninguno a “juntar votos”. Eso es inflación política: políticos de ideología cotizan mejor hacia dentro que políticos electorales. Eso, que suena tan bien, no implica necesariamente un avance de “los valores” por sobre “el pragmatismo” sino un subrayado mayor entre esos dos mundos: la agenda de “la gente” y los temas de elite. En campaña Conti se guarda y asoman los carilindos de las “cosas concretas”. Pero este doble estándar entre cultura y mercado, o entre izquierda social y mundo popular, Cristina lo sintetiza. Eso explica su liderazgo excepcional, único. (Un caso de esta agenda elitista fue la reforma judicial: meses en la abstracción de una “discusión legítima” que copó la escena, cuando muchos de sus autores, en privado, ya reconocían la torpeza enmarañada de ese proyecto. Me consta.)
Pero los que sí juntan votos ahora son el problema del liderazgo pato-cojo de Cristina: Scioli y Massa, a quienes la amenaza del “candidato puro” kirchnerista aún no les hace mella. Scioli y Massa tendrían que contratar sofistas para mostrar qué los diferencia si los hacen hablar 15 minutos a uno contra el otro. Hoy organizan el subsistema peronista. Sobre su conservadurismo popular nadie explica esa relación (si son populares por ser conservadores, si viceversa) porque el problema es: cuántos de los que los votaron también votaron al kirchnerismo. Muchos. Muchos pobres. El voto peronista sigue siendo más contradictorio y amorfo que las estilizaciones de relato. Los capitanes de la economía pondrán aportes, aviones, tapas, en la canasta que eventualmente más los represente, mientras van poniendo porotos en todas. El camino al poder no es sencillo. Y si a Scioli o Massa les preguntan qué van a hacer con el dólar, la inflación, el tipo de cambio o las paritarias, dirán: Vemos. El establishment apoyará al menos K a cambio de que revise la política fiscal. La gran pregunta post kirchnerista remite a las retenciones, a la política fiscal. A lo que nadie nunca dice hasta que desde adentro puede ver las cuentas. ¿Endeudarán la Argentina, como locos, de nuevo?
Más de veinte años de peronismo en el poder es el fondo de cocina inalterable de la Argentina: te amo, te odio, dame más. 

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