viernes, 28 de febrero de 2014

Un país normal

“No nieguen los problemas. No nieguen el diálogo. No nieguen a los argentinos. Queremos algo muy simple: vivir en un país normal.” La frase pertenece al actual presidente del Partido Socialista, Hermes Binner. Por mi parte, doy por sentado que se dirige a todos aquellos que participamos del proyecto nacional y popular que lidera Cristina Fernández de Kirchner. A los aludidos, creo, podría sernos de utilidad que Binner indicara, concretamente, cuáles son a su juicio los problemas que negamos, las personas a las que dejamos con la palabra en la boca y los argentinos ninguneados por nuestro gobierno. Pero me parece que sobre todo sería muy productivo avanzar en la precisión del concepto de normalidad.
Convengamos en que la categoría de país normal podría generar una verdadera revolución en el campo de la política, ya que borraría las fronteras ideológicas y haría posible abandonar la lucha por la justicia o por la libertad, o por la igualdad, a cambio de esa simple aspiración común a la normalidad.
Si damos por aceptado que la nueva dialéctica política consiste en normalidad contra anormalidad y que según la tesis Binner vivimos en un país anormal, vale la pena preguntarse cómo sería la Argentina normal del siglo XXI, según el candidato a presidente del FAP.
Una reciente declaración suya nos da una pista en ese sentido: “Estamos trabajando para construir un frente que termine con el populismo en la Argentina”. Dudo de que tengamos conceptos afines sobre lo que ha significado y significa populismo, en la Argentina y en toda América latina, y tampoco quiero enredarme en una discusión académica, pero hay sobrados indicios de que en ese rasgo de los países anormales, Binner y los suyos incluyen las políticas de asistencia. En ese sentido, nos puede resultar útil la célebre frase de su principal socio político, y presidente del partido radical, Ernesto Sanz: “La plata de la Asignación Universal por Hijo se va por la canaleta del juego, el vino y la droga”.
Es decir que en el país normal de Binner no debería haber Asignación Universal por Hijo ni plan Conectar, ni plan Progresar, ni plan Pro.Cre.Ar. En un país normal no se dilapidan los recursos del Estado para proteger o auxiliar a los más pobres y vulnerables o para incluir a los jóvenes. Unos jóvenes y unos pobres que, por añadidura, no se sienten inclinados a identificarse con los socialdemócratas europeos, en cuyos congresos internacionales Binner y sus amigos se extasían ante el espectáculo de los que probablemente sean sus modelos de país normal.
Sin embargo, basta con echar una mirada a los países normales de Europa que han sido o son gobernados por partidos afiliados a la Internacional Socialista, como el que preside Bi-nner, España, Grecia, Francia, por citar sólo algunos ejemplos, para observar el enorme retroceso que han sufrido sus clases trabajadoras.
Sin ir tan lejos, recordemos que quienes ahora integran el FAP gobernaron en la Argentina de la mano de Fernando de la Rúa: flexibilización laboral, recorte salarial a trabajadores y jubilados, coimas en el Senado, 27 por ciento de desempleo, recortes en el presupuesto de educación, corralito financiero, represión social, helicóptero. Vi con mis propios ojos a las mujeres y hombres que ahora son el FAP, sentados a mi lado en el Congreso de la Nación, fundamentando y votando muchas de las iniciativas mencionadas. Allí están las versiones taquigráficas de las sesiones de la época. Ha transcurrido apenas poco más de una década. Para los responsables de tamaño desastre, lo normal debería ser, por pudor, llamarse a recato.
Nosotros también estamos consolidando un frente político y social, no para terminar con el populismo, sino para terminar con la injusticia, con la pobreza y con la desigualdad, características tan desgraciadamente normales en nuestro país y en nuestra región. Sabemos que el camino es largo y difícil, como también sabemos que no es lineal, porque los fuertes intereses que enfrentamos tratan permanentemente de torcernos el rumbo. Pero marchamos con la tranquilidad y el entusiasmo que nos da el sabernos acompañados por nuestros más firmes valores y convicciones.
* Diputado. Frente para la Victoria.
Página 12
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