domingo, 21 de septiembre de 2014

Las banderas: todo previsto...

Durante toda la noche previa al asalto, en ambas posiciones reinó el más profundo silencio, que presagiaba la tragedia. El afortunado triunfo anterior en Curuzú, y la supuesta debilidad paraguaya deducida del ofrecimiento de paz en Yatayty Corá, no hizo sospechar ni remotamente en los aliados el desastre que inevitablemente les esperaba.

A tal punto era la confianza de los aliados, que previamente a habían combinado una serie de señales con bandera que daría Tamandaré y trasmitidas al mismo tiempo por un barco anclado en Laguna Pisis. El significado de las bandera era el siguiente:

1- La escuadra empezó el ataque.
2- Curupayty apagó sus fuegos.
3- El ejército inicia el ataque.
4- Hemos tomado Curupayty
5- Conviene un ataque general.
6- Nuestras fuerzas regresan a sus posiciones.
7- Nuestras fuerzas van en camino a Humaitá.
8- Hemos triunfado.
9- El enemigo huye en dispersión.
Como vemos, ninguna señal preveía la derrota...y mucho menos la tragedia que sobrevendría. Todo estaba previsto...menos el fracaso.


La tragedia

Por fin amaneció el 22 de setiembre de 1866, día fijado en la junta para el asalto. Desde muy temprano el ejército aliado con traje de parada y en rigurosa formación, esperó la orden de romper la marcha.

A las 7 de la mañana, la escuadra comienza el bombardeo con mas de cien bocas de fuego sobre Curupayty. Pese a las promesas del Almiratne de “descangalhar tudo iso” en dos horas, el cañoneo no hizo mella sobre las trincheras ni sobre al linea de abatis. Lo único que logró fue matar a un pequeño grupo y su jefe, mientras en las trincheras festejaban la materias prima que les regalaba la flota imperial, para fundir nuevas armas y municiones.

A las 10 ordenó Díaz la retirada de la pequeña trinchera de vanguardia. Corre la noticia que Flores había flanqueado a los paraguayos y a las 12 cesa el bombadeo.

Sonó el clarín y comienza el avance de dos gruesas columnas argentinas y dos brasileñas. Agregados 15 batallones argentinos y 9 cuerpos brasileños, completaban un total de 20.000 hombres. Porto Alegre comandaba las columnas brasileras, y Paunero las argentinas, mientras Mitre era el generalísimo, único director de la batalla.
En ese momento el general Díaz hace tocar diana, y montado en un hermoso caballo recorre las filas arengando a la tropa, que le respondían con prolongados vivas a la Patria.

Pocos minutos después aparecieron frente a los paraguayos los primeros batallones aliados, con sus vistosos uniformes de parada, relucientes bajo el sol, alineados en rigurosa formación. Marchando al son de músicas marciales, con las banderas desplegadas, más parecían destinados a lucirse en una fiesta fastuosa –dice O´Leary- que próximos a la catástrofe, a la muerte, a la desesperación y a la derrota.

Díaz, impasible, dejó que el enemigo se acercase sin ser molestado. De pronto suena el clarín y un estruendo ensordecedor de todos los cañones disparados al mismo tiempo, anunció que había comenzado la matanza.

A pesar de la señal del Almirante que indicaba que todo había sido destruido, el campamento paraguayo estaba intacto, y al decir del general Cerri “Curupayty no presentaba ni siquiera la señal del rebote de una bala”

Las columnas asaltantes se precipitaron como un avalancha, seguras del triunfo y ciega de coraje. Las del centro convencidas de franquear directamente el terreno que tenían por delante, se inclinaron a izquierda y derecha avanzando penosamente bajo el fuego de la artillería paraguaya. Las lluvias previas habían completado la obra de Díaz, inundando el terreno que se hacia intransitable. Solamente podía marcharse hacia el río o hacia la Laguna Méndez, los dos puntos más fuertes de la artillería paraguaya.

Sin razonar sobre la inutilidad del esfuerzo, Mitre ordenava el avance, y las tropas aliadas avanzaban con increíble heroísmo y ciegos hacia aquel huracán de fuego de la artillería paraguaya, cada vez más eficaz a medida del avance.

Mientras Curupayty era un trueno ininterrumpido de cañonazos, algunos argentinos logran llegar hasta la infranqueable línea de abatises. En vano trataron de franquearlos con escalas cortas y escasas, enredados en las ramas, mientras eran quemados a boca de jarro por la artillería. Retrocedían, se arremolinaban y volvían a la carga, pero todo era inútil para abrirse paso.

Todo fue un derroche inútil de valor y heroismo de las tropas aliadas.

Cuando todo estaba perdido, llegó al trote la reserva al mando del bravo coronel Arredondo, pero nada podía hacer, sino engrosar la matanza.

Talvez recordando el movimiento que les dio el triunfo en Curuzú, algunos batallones intentaron vadear a Laguna Méndez, pero era imposible, y sorprendidos en ese movimiento, fueron diezmados por al artillería paraguaya.

“...los infantes volvieron a la carga en el campo fangoso obstruido de cadáveres, agotados por el peso de sus armas. Protegidos en sus trincheras, los paraguayos hacían estragos que los aliados no contestaban porque no vían al enemigo.” Mitre embriagado del mismo optimismo enfermizo y heroico de Cepeda, ordenaba avanzar, avanzar y avanzar siempre. La hecatombe hubiera seguido si Porto Alegre, respetuosa pero firmemente, no se impusiera y ordenase la retirada.” (J.M.R.Hist.Arg. t.VII.p.166) Murieron 10.000 argentinos y 92 paraguayos.

El combate se sostenía tenazmente sin que los asaltantes lograran el menor éxito sobre las tropas paraguayas.

Según parte del propio Mitre, “fue contenido el ímpetu del ataque por la línea de abatíes que se componía de gruesos árboles enterrados por los troncos, y que en más de treinta varas obstruían el acceso a la trinchera...fue necesario reforzar el ataque con la segunda línea de reservas parciales, comprometiendo en las dos columnas de ataque central veinticuatro batallones”...”las líneas de abatíes no han sido forzadas nunca en asalto franco, ni aun por las primeras tropas del mundo” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de septiembre de 1866. Partes oficiales) lo que demuestra la imprevisón de Mitre de no reconocer el terreno previamente...salvo que pretendiera realizar una hazaña mayor “que las primeras tropas del mundo”.

El heroísmo y sacrificio de las tropas aliadas, no fue suficiente para vencer ni la “línea de abatíes” ni “la impericia de Mitre”. El propio general en jefe lo admite en sus partes:

“En esas circunstancias, habiéndonos puesto de acuerdo con el barón de Porto Alegre, y viendo que no era posible forzar ventajosamente la línea de abatíes, para llevar el asalto general sino comprometiendo nuestras últimas reservas y que una vez dominada la trinchera no se obtendrían los frutos de tal actora parcial desde que no se conservasen tropas suficientes para penetrar en orden el interior de las líneas y hacer frente allí a las reservas del enemigo, acordamos mandar replegar simultáneamente y en orden las columnas comprometidas en el ataque”
“Nuestras pérdidas han sido considerables y sensibles...las computo en tres mil (en realidad fueron tres veces más) entre muertos y heridos” ...” Por parte del ejército argentino se comprometieron diez y siete batallones en el asalto, cayendo muertos o heridos la mayor parte de los jefes que los condujeron” También da parte del desastre el hermano del general en jefe, general Emilio Mitre, que comandaba el 2° Cuerpo en el asalto:

“V.E. sabe los prodigios de inaudito valor que los cuerpos todos del ejército hicieron en esta jornada. Es pues, inoficioso que el que firma haga de ellos elogios tan justamente merecidos. Basta dejar establecido que de los tres Batallones de este 2° Cuerpo que cargaron sobre la trinchera, solo ha quedado en aptitud de combatir una tercera parte de cada uno de ellos, para probar el denuedo y la bravura de que se hallaban animados, y dieron sangrientas pruebas Cuando a las tres de la tarde, próximamente, ordenó usted la retirada, estos tres bizarros cuerpos se retiraron en el mayor orden posible, a pesar de estar ya muertos de o heridos sus jefes y oficiales”(Del general Emilio Mitre al al General en jefe de los Ejércitos Aliados, Brigadier General D. Bartolomé Mitre. Campamento de Curuzú, 27 de setiembre de 1866. Partes oficiales – AGM.tII.p.334)

No cabe duda alguna de “los prodigios de inaudito valor” y del “denuedo y la bravura de que se hallaban animados” aquellos miles de soldados y oficiales que iban al seguro sacrificio contra una "línea de abatíes", sin rebelarse para linchar a sus comandantes que los mandaban a una muerte inútil e inevitable.

Los brasileños no corrieron mejor suerte que los argentinos. Sugestionados hasta el heroísmo por Osorio y Porte Alegre, avanzaron resueltamente al centro y a la derecha paraguaya.

Una columna al mando de Caldas, avanzo desde el barranco por una picada abierta po r Porto Alegre y ensanchada por los paraguayos. Cuando Díaz se dio cuenta del avance de la columna, se preparó a recibirla. Cargando sus cañones los esperó en silencio hasta que estuvieran cerca, hasta que se oyó un gran estruendo sobre a desprevenida columna, y un hracain de fuego, hierro y plomo la destruyó casi por completo. No obstante, Caldas llegó hasta le trinchera para convencerse de la inutilidad del esfuerzo. Caldas insiste en una segunda ocacion por el barranco, pero la artillería paraguaya lo hace retroceder.

La columna de Carvalho no tuvo mejor suerte, y en su heroico avance llegó hasta los abatises, pero inútilmente. ¡Curupayty era inexpugnable!

En vano Porto Alegre hizo cargar a su reserva pero no había forma de franquear la linea, y hubo un momento en que la matanza fue general en toda la línea. Mientras la artillería hace tronar las 49 bocas de fuego, la infantería desde sus posiciones resguardadas hacia descargas en cortos intervalos. Una hilera cargaba y la otra hacia fuego. “Su puntería –según Garmendia- era de una precisión fatal. Parecía que manejaban armas modernas, por lo rápidamente que, después de cada disparo, volvían a aparecer con sus pesados morriones y su legendaria camisa roja”. Los infantes que no hacían fuego con sospesados fusiles de chispa, se entretenían en arrojar sobre los asaltantes las bombas de mano de que estaban provistos los batallones.

Hasta la caballería tomó parte en la batalla. El capitán Bernardino Caballero se hizo cargo de la extrema derecha de la línea, sustituyendo del mayor Albertano Zayas, que fuera una de las pocas víctimas serias de la escuadra imperial.

Para aumentar aquel desastre, las coheteras lanzaban sus proyectiles sobre el campo con sus colas encendidas, abriendo brechas en las ya diezmadas columnas.

Mitre, embriagado de heroísmo, ordenaba avanzar, avanzar siempre, hasta que el marqués de Souza, respetuosa pero firmemente le advirtió que aquello iba a ser la derrota “mais grave de esta guerra”, y que seguir el heroico ataque, morirían todos los atacantes sin llegar a las trincheras paraguayas. Por fin se dio el toque de retirada


La retirada en completo desorden

A las cuatro de la tarde el clarín del trompa Cándido Silva anunciaba la derrota, comenzando el desbande más desordenado, rerocediendo desordenadamente sobre los muertos y heridos que cubrian el campo.

Hubo un instante en que el vigía paraguayo anunció movimiento de tropas den Curuzú, y se pensó en una segunda envestida. Díaz ordenó volver a sus puestos, gritando a viav voz: “Anique pendé goloso los mitá” (Muchachos, cuidado con ser golosos) Poco después el vigía anunciaba que los batallones volvía a retroceder. Seguramente salieron en socorro de los que llegaban destrozados, para protegerlos de una probable persecución.

Todo estaba concluido: alrededor de 10.000 cadáveres aliados yacían sobre el campo, mientras los paraguayos sufrieron apenas 92 bajas, entre muertos y heridos.

Terminada la batalla, el general Díaz recorre las filas en su famoso alazán, recibiendo las frenéticas aclamaciones de alegría de los soldados, que se descubrían en señal de respeto y admiración.


Los que no participaron

Mientras tanto en Tuyuty Polydoro había permanecido inactivo. Algunos han criticado esta actitud, pero lo cierto es que la orden era “que no convenía comprometer dos ataques divergentes” y no había recibido señas de Tamandaré de realizar un ataque general, que de todos modos en nada hubiera cambiado las cosas. Con su actitud pasiva no hizo más que evitar una masacre mayor.

Por su parte Venacio Flores no cumplió con las órdenes, que como quedó dicho era avanzar y abrirse paso hasta la retaguardia enemiga “con el objeto de cooperar a las operaciones del ejército expedicionario por al parte del río Paraguay”.

Flores partió perezosamente al frente de 3.000 hombres caballería. En vez de avanzar rápidamente tomado el camino mas corto, costeó el Estero Rojas y a las diez de la mañana se detuvo para hacer “churrasquear” a su gente. Cruzó el Paso Canoa tiroteándose con algunos guardias paraguayos, recién a la tres de la tarde, cuando todo estaba terminado, para detenerse definitivamente. Hizo avanzar su vanguardia hasta proximidades de San Solano, para retroceder enseguida.

A las siete de la tarde el día siguiente “entra triunfante en Tuyutí” –dice O´Leary- “satisfecho de su incomparable ineptitud”. “Tal fue la actitud del Brigadier General Don Venancio Flores en tan inmortal batalla”.

Talvez la actuación de Flores fue acertada, aún sin saberlo. Si en vez de tomar el camino más largo, como tomó, hubiera penetrado las líneas paraguayas, seguramente hubiera sido aniquilado, tratando de cumplir una orden imposible, dada por la inexperiencia y desconocimiento del terreno y de los recursos paraguayos por parte de los jefes aliados.


¿Y la escuadra brasileña?

Su actuación antes y durante la batalla fue completamente nula, a pesar de la formal promesa del soberbio de“descangalhar tudo iso”. en dos horas.

¿Porque Tamandaré dio la señal de haber destruido la artillería paraguaya? No podía saberlo desde su posición, teniendo de por medio un alto barranco. ¿lo supuso por un breve silencio de la artillería paraguaya?. Nunca se sabrá, pero lo cierto es que la escuadra no hizo más que desperdiciar 5.000 proyectiles que ningún efecto acusó, salvo desplazar una pieza y matar a su jefe y algunos soldados, de casualidad...

El historiador Borman asegura que “los servicios de la escuadra fueron brillantes, que los marinos cubriéronse de gloria y que Tamandaré hizo prodigios, ostentando un valor extraordinario y un desprecio por la vida que arrancaba gritos de entusiasmo en sus topas” . Otros en cambio opinan que el Almirante, “era formidable lejos de la acción”

Es una cuestión de apreciación.


En paso pucú

Durante al batalla López permaneció en Paso Pucú, recibiendo y dando respueta telegráfica al general Díaz por telégrafo. A las cuatro de la tarde recibió López la primer noticia de al victoria y un inmenso entusiasmo se hizo general.

Al anochecer de aquella tarde se presentó el general Díaz ante el Mariscal López para darle cuenta del cumplimiento de su promesa, y se fundieron en un abrazo. “Vuestro nombre, General, no morirá: vivirá eternamente en el corazón de nuestros conciudadanos”


Los informes en la prensa.

El mismo día 22 de setiembre de 1866, el “Semanario” de Asunción publicaba una correspondencia de Natalicio Talavera trasmitida telegráficamente, que resulta un verdadero documento para los estudiosos de la batalla:

“Toda la extensión el campo de batalla quedó completa de cadáveres, no habiéndose visto en la presente guerra una mortandad igual. Solamente en el frente de de lso valientes batallones 27 y 9, que estaban en trinchera del centro y que se portaron bizarramente, se han contado más de mil cuerpos”

“Es horroroso el espectáculo que presenta el teatro de aquel sangriento drama en que se ve pintado el mortal y terrible descalabro que la Alanza acaba s sufrir. Sangre, cadáveres a montones, cuerpos mutilados, caballos despedazados, monturas deshechas, fusiles, lanzas y sables repartidos en desorden y en los que se ve estragos de nuestros proyectiles, son los rastros dejados por el invasor en su esfuerzo feroz e impotente por domeñar la cerviz de un país libre”

“Cayeron en nuestro poder , la bandera del 2° batallon de Voluntarios braileños, un porta-estandarte de la legión Militar, nueve cajas de guerra, cornetas, instrumentos músicos y otros despojos”

“Mientras que tanto horror y tan considerable pérdida tienen que deplorar lso invasores, no tenemos de baja sino un número insignificante, exponiéndose uno a no ser creído al referir que no alcanzo a 50 en número de muertos. Hemos perdido un solo jefe, el mayor Albertano Zayas, que se ha comportado bien, cayendo en lo más recio de la pelea, víctima de una bala de cañon del enemigo. Perdimos pocos oficiales, entre los que deploramos la muerte del audante de S.E. el Señor Presidente, Teniente Jaime Lezcano, joveen de 18 ños, activo, caliente, puntual observador de sus deberes y de grandes esperanzas. Este joven, que empezaba a descollar por tan nobles prendas entre sus compañeros, mereciendo al estimación de todos ellos y la de sus jefes, murió gloriosamente, proclamando en la trinchera, que recorrió en el ardor de la pelea, a la Paria y al jefe de la República”.

El general Díaz, a cuya inteligencia y valor estaba encomendada la defensa, se ha cubierto de inextinguible lauro. Despreciando el peligro, y con la sangre fría que le es peculiar, atendía toda la línea de la trinchera y repartía sus órdenes. Las balas le hacían la corte, removiendo el terreno a su alrededor; hubo momentos en que no pudo escribir un telegrama dado parte de la actitud de lucha, porque la arena que levantaban los proyectiles cubría el papel; pero este afortunado general salió completamente ileso”

“Entre los que se han distinguido, he oido ponderar la bravura de los capitanes de caballería Caballero y Escobar, que llegaron a mandar a los mismos infantes y hasta sirvieron algunas piezas de cañón que quedaron desguarnecidas”
El 29 de setiembre, el mismo Talavera agrega:

“Los fusiles recogidos pasan de ocho mil, y son de la mejor clase, sólo que la tercera parte hasido inutilizada por los proyectiles. Muchos de nuestros batallones han mejorado su armamento…”

“La Alianza no ha experimentado una pérdida tan considerable, asi como nosotros jamás hemos comprado una victoria tan brillante a menso precio”

“Ha sido un trabajo ímprobo el sepultamiento de los cadáveres, uno de los actos humanitarios que los enemigos no han ejercitado, pues se han complacido siempre en desecar sus cadáveres y en quemarlos en grandes hogueras; pero es preciso hacerles justicia, esta vez arrojaron al agua los que rodeaban su campo. Nuestros soldado se confirman en el hecho de que es m´pas facil matar cambás que sepultarlos. A pesr del gran trabajo que han tenido por tres días, es tal la cantidad de muertos que no ha sido posible acabar de enterarlos, y aún quedan, particularmente en el terreno que intemedia las respectiva vanguardias, muchísimos que , encontrándose ya en estado de putrefacción, hacen insoportables aquellos lugares”
En la crónica que hace el paraguayo general Resquín afirma que “cuando las fuerzas del ejército aliado se retiraron en completa derrota, dejaron en el campo de más de ochomil cadáveres e innumerables heridos, sin contar los que pudieron recoger”. Las bajas paraguayas las sitúa en “un jefe, tres oficiales y diecinueve hombres de tropa muertos, alcanzando los heridos a siete oficiales y setenta y dos hombre de tropa” (Resquín, Datos históricos. p. 80-81) Es decir, 92 bajas paraguayas contra alrededor de 10.000 bajas aliadas.

Las cifras del contrate demuestran la improvisación e impericia de Mitre, contra la efectiva defensa comandada por don José E. Díaz , que fue ganando sus galones de general a lo largo de las hazañas, producto de su inteligencia, serenidad y valor.

El emperador de Brasil, pidió el reemplazo del general en jefe, bajo excusa de los levantamientos de rebeldía en montoneras producidas en las provincias del interior, que se pronunciaban por intermedio de Felipe Varelacontra la Guerra del Paraguay y del propio Mitre y su política hacia las provincias interiores

D´Amico comenta: “Cuando Mitre se encontró con esa defensa (los abatíes) no se le ocurrió nada y mandó a atacar con ataque franco, a pesar de saber, dice en su parte, que esa posición era intomable cargándola a pecho descubierto. El resultado no podía ser dudoso. Los soldados argentinos sembraron el campo de cadáveres, llegaron la zanja, soportaron un momento de fuego a boca de jarro de los paraguayos que ellos no veían y tuvieron que retroceder sombrando otra vez de cadáveres el campo de batalla” (JMR.p.251)

En Buenos Aires, Martín Piñeiro informa a Sarmiento la muerte en esa batalla de su hijo Dominguito: “Solo Mitre ha podido hacer perecer a tanto argentino...no se pregunta quien murió sino quien vive...causa lastima salir a la calle”. “El desastre brutal que reveló la incapacidad del general en jefe (Mitre) que solo por su parte oficial hubiera sido fusilado por un consejo de guerra.”(Revista del Museo Histórico Sarmiento II-III)

Por lo visto no era esto el desfile militar que había prometido Mitre en Buenos Aires antes de al guerra: “Tres días en el cuartel, tres semanas en campaña y tres meses en Asunción”


¿Quiénes fueron los culpables del desastre?

Aún no se habían apagados los fuegos, y los vencidos ya estaban buscando el culpable de semejante derrota.

Argentinos y brasileños han agotado los argumentos más imaginables tratando de negar su participación en el error, atribuyendo la culpabilidad a distintos actores: Mitre, Polydoro, Tamandaré, Flores, Porto Alegre, etc. pero lo cierto es que Mitre era el General en Jefe...y “el Jefe es el Jefe”.

Leonardo Castagnino


Copyright © La Gazeta Federal / Leonardo Castagnino  El autor 
Fuentes: 

- Castagnino L. Guerra del Paraguay (La Tripe Alianza contra los paises del Plata)
- García Mellid, Atilio. Proceso a los falsificadores de la Guerra del Paraguay.
- O´Leary, Juan E. Historia de la Guerra de la Triple Alianza. Carlos Schauman Editor. Asunción.1992
- Rosa, José María. Historia Argentina.
- Resquín, Datos históricos.
- Obras cuitadas.

- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

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