miércoles, 24 de diciembre de 2014

A PROPÓSITO DE RESTABLECIMIENTO DE LAS RELACIONES CUBA-EE UU El ocaso de la revolución

Todas, temprano o tarde, normalizaron sus vínculos con el orden exterior imperante. Sólo que en este caso se demoró más de medio siglo.

Por Alejandro Horowicz
Foto AP

El anuncio conjunto de La Habana y Washington, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas interrumpidas hace 54 años, trepó hasta la tapa de los grandes diarios. Pero conviene no equivocarse, no se trata de un "triunfo revolucionario" póstumo. Todas las revoluciones triunfantes, desde la francesa hasta la rusa, pasando por la china y la cubana, concitaron la ofensiva contrarrevolucionaria internacional. Y todas, cuando la amenaza del contagio quedó atrás, cuando la coalición conservadora recuperó el control, normalizaron sus vínculos con el orden exterior imperante. 

Francia fue invadida por una alianza monárquica en 1792 y en 1815 fue vencida en Waterloo; Rusia tuvo que soportar una prolongada guerra civil (1917-1921) y el Ejército Rojo se batió y venció en 21 frentes; China no fue admitida a la ONU, los nacionalistas de Formosa usurparon durante décadas su lugar, hasta el acuerdo de Chou Enlai con Henry Kissinger, 1971; y Cuba fue invadida por varios miles de gusanos entrenados por la CIA, la revolución resistió, en abril de 1961, en Playa Girón, los Comités de Defensa encabezados por Fidel y el Che derrotaron en tres días de combate la invasión. Una ola eléctrica sacudió el mundo, el "huracán sobre el azúcar" nos hizo saber que incluso en América Latina la batalla por el socialismo se había iniciado. Y que su fuerza impulsora estaba ligada a su propia tradición revolucionaria: el ideario de José Martí, el Movimiento 26 de julio del Partido Ortodoxo, sin que los oxidados comunistas cubanos jugaran papel relevante. Más bien se situaron en la vereda de enfrente. 

Entonces, el acuerdo militar cubano soviético dio paso a la crisis del Caribe del año '62. Recordemos. Nikita Jrushchov y Fidel Castro acordaron el establecimiento de una base soviética en territorio cubano. El gobierno del presidente Kennedy, que se había negado a transformar la acción de la CIA en invasión desembozada, detectó la presencia rusa en la isla. La inteligencia norteamericana creyó, equivocadamente por cierto, que la base estaba en construcción cuando 20 lanzaderas activadas ya apuntaban hacia blancos norteamericanos. Kennedy ordenó el bloqueo naval, el que todavía sobrevive, y la posibilidad de una guerra atómica abandonó el terreno de la ucronía literaria para aterrar a millones de norteamericanos, y no sólo a ellos. 

Una tensa negociación de trastienda entre Kennedy y Jrushchov, donde la dirección cubana no intervenía, se abrió paso. Castro decide visitar en esas circunstancias la base soviética. Un general a cargo exhibe orgulloso las instalaciones, mientras le informa que un avión espía norteamericano está violando justo en ese momento el espacio aéreo cubano. El radar sigue al avión y un proyectil tierra-aire orientado por radar está en condiciones de derribarlo. Castro pregunta cómo se dispara, el general señala el botón. El comandante aprieta, el avión cae, y millones de cubanos lo ven mientras llenan las plazas y bailan con inusitado fervor. Dos versiones dan cuenta de este inenarrable suceso. El oficial que omite la presencia de Castro, y de Carlos Franqui, por ese entonces director del diario Revolución, en su libro Retrato de familia con Fidel. 

El mundo está al borde de la guerra atómica. Jrushchov pacta con Kennedy el retiro de los misiles. Los norteamericanos se obligan a desmantelar sus bases en Turquía, al tiempo que admiten que atacar La Habana no difiere de hacerlo en Moscú. El pacto se respeta, pero la crisis golpea la relación soviético-cubana, y la multitud canta: Nikita, mariquita, lo que se da no se quita. La apuesta de Cuba para conquistar su autonomía, la revolución en América Latina, queda configurada: la teoría del foco revolucionario se publicita en el libro Revolución en la Revolución. Regis Debray formula la novísima estrategia. Miles leen y copian el "manual" de la victoria. El resultado termina siendo catastrófico. El Che muere en la selva boliviana, 9 de octubre de 1967, mientras intenta desarrollar una escuela de cuadros destinada a producir los comandantes de la guerrilla latinoamericana. 

El modelo prende. Y en la Argentina el fenómeno de los '70 no puede leerse sino al sesgo del impacto de Cuba. La victoria electoral del tercer peronismo en el '73 no sólo restablece las relaciones diplomáticas con la isla, además fractura el bloqueo norteamericano. Las automotrices de ese origen respetan la decisión soberana del gobierno argentino, y Kissinger no tiene más remedio que avenirse. Ese fue el mejor momento de Cuba, pareció que el bloqueo moría de muerte natural. Pero la derrota de Salvador Allende, septiembre del '74, permitió avizorar que la victoria vietnamita sobre los Estados Unidos no era lo único que pasaba. 

Una noticia cruel nos hizo saber que Pekín sólo se preocupaba por sus propios intereses nacionales. La Junta Militar chilena, encabezada por Pinochet, no era mal vista por el maoísmo, pese a que el resto de los partidos comunistas echaban chispas contra ese "fascismo militar". Antes que las cuatro modernizaciones lanzaran a China hacia Occidente, siguiendo el modelo estalinista tradicional que Mao jamás criticó, el Comité Central del PCCH, organizó la política exterior de una gran potencia. Los Estados Unidos aceptaron y la China de Mao pasó a integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el experimento revolucionario había concluido. Dicho epigramáticamente: mientras la revolución puede expandirse, el poder tradicional intenta ahogarla; una vez que esa posibilidad queda atrás, la artillería pesada es remplazada por el potente ariete del mercado mundial. 
La caída del Muro de Berlín en el '89, y la implosión de la Unión Soviética durante el año '91, puso fin a la bipolaridad, es decir, trasparentó la derrota de las diversas versiones del socialismo conformando un nuevo paradigma de la lucha política. La izquierda europea pasó de partidos obreros con millones de votantes y millares de militantes, a fuerza socialmente insignificante. La desaparición política de los partidos comunistas, en particular el francés y el italiano, y el triunfo de la derecha modelo Le Pen, sucedieron mientras caía a pique del ingreso popular. El welfare state, Estado de bienestar, donde el derecho a tener derecho se transformara desde 1945 en derechos garantizados para la mayoría (salud, educación, recreación, vivienda), inició su curva regresiva. Y los europeos saben que a lo sumo votan por una versión del capitalismo que les permite conservar la casa, o se someten a la bancocracia globalizada sin anestesia. Conviene decirlo, ni siquiera queda claro que sean capaces de evitar el mal mayor. 

En Cuba el derrumbe de la URSS puso al castrismo al borde de la extremaunción. Como la URSS era un importante productor de petróleo, Cuba recibía a precio subsidiado el vital carburante. Azúcar y cigarros a cambio de todo lo demás, habían organizado la nueva división internacional del trabajo. Eso sí, el mapa de las vacaciones populares soviéticas incluyó un nuevo puerto. La isla durante la Guerra Fría funcionaba como una especie de portaviones inmóvil, y su costo operativo formaba parte del presupuesto militar soviético. Quebrado ese soporte corría el riesgo de la inviabilidad. En esas condiciones el bloqueo alcanzó sus más terribles impactos, ya que Cuba no podía acudir a ningún tipo de ayuda financiera, y a sus sufridos habitantes les faltaba de todo. El desarrollo del mercado negro alcanzó su punto más alto, la desigualdad social redibujó brutalmente la distribución del ingreso, y los que no recibían dólares de Miami la pasaban realmente mal.

Otra vez el turismo se transformó en la principal fuente de divisas duras, y al lado de la hotelería oficial las casas de familia mostraron la nueva dirección: el mercado. En estas condiciones Barack Obama negocia lo obvio: poner fin 25 años después a los efectos de la Guerra Fría en América Latina. La bienvenida normalidad gana un nuevo espacio. El gobierno de Bill Clinton pudo haberlo hecho, pero prefirió gastar su bala de plata en forzar el acuerdo entre Londres y el Ejército Republicano Irlandés. Sólo el viejo Tea Party no entiende, para todos los demás se reabre un mercado potencial, y donde mandan los negocios la "ideología" recula a toda velocidad.

Infonews

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