miércoles, 29 de julio de 2015

Con novedad en el frente Por Alejandro Horowicz

El asno de Buridan" es el nombre con que se conoce un ejercicio lógico donde ese animalejo, perfectamente racional, debe optar entre dos montículos de heno. Ambos igualmente atractivos, ambos adecuados para satisfacer su hambre, y ambos situados a la misma distancia. Pero hete aquí que el asno muere, ya que le resulta imposible optar. Asnos de semejante nivel de consecuencia, asnos teóricos, no suelen pastar por los prados de la política. La versión silvestre, en cambio, abunda y se baña en el rio de la oportunidad.

Vale la pena explicarlo. El domingo 19, ballotage mediante, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires eligió jefe de Gobierno. Los dos candidatos resultaban "igualmente atractivos", y "adecuados para satisfacer las exigencias" legales del cargo; además, integran una misma coalición política. Recordemos, el asno se muere de hambre porque no puede optar; la perfecta falta de diferencia entre ambos montículos se lo impide; pero en rigor de verdad ambas opciones resolverían su dilema. Dicho de otro modo, no hay como errarle. Elija lo que elija acierta, y aun así nuestro asno se aferra tanto a la lógica que parece herido de muerte.

Si ambos candidatos son razonablemente "similares", el asno de Buridan tiene que encontrar la diferencia. En un sentido nominalista Horacio Rodríguez Larreta nunca puede ser igual a Martín Lousteau, tienen distinto nombre. Por tanto, uno necesariamente tiene que representar el "bien mayor". ¿Pero como determinarlo? Joannes Buridanus (1300 – 1358), filósofo escolástico francés más conocido como Jean Buridán, destacó en los estudios de lógica tanto como comentarista de la Ética de Aristóteles. La paradoja no fue construida por Buridan. Aristóteles se pregunta 15 siglos antes: un perro que debe elegir entre dos comidas igual de apetitosas como hace. Buridan no discute el problema particular; aboga por un determinismo moral donde el sujeto –entre comportamientos posibles– debe elegir siempre el bien mayor. Esto es, axiomáticamente resuelve que la igualdad es muy poco probable. O en todo caso debiera ser fehacientemente constatada. Y si así no fuera, queda conformada la opción, dado que uno es necesariamente mejor que el otro.

Cuando mandan los números

Los votantes porteños razonaron de muy diversos modos las diferencias entre Larreta y Lousteau. Si se observan los resultados de las PASO del 26 de abril, queda en claro que sufragaron aproximadamente 1.829.000 empadronados, mientras 727 mil permanecían en sus casas. El PRO obtuvo en esa oportunidad 863.219 votos. Si se los compara con los 818.964, de la primera vuelta, se comprueba que Larreta pierde más de 44 mil votantes (¿los descontentos de Gabriela Michetti?) que casi recupera en el ballotage al totalizar 860.802 sufragios. Dicho con sencillez, el Pro alcanza raspando el 34 por ciento del padrón. Y la segunda fuerza electoral, los que no votan, sumaron el 28 por ciento, cifra que se mantuvo pareja en las tres votaciones.

Si se verifica la perfomance de Lousteau queda claro que no cesa de crecer. En las PASO obtiene 405.998 votos, que suben a 458.902 en primera vuelta, para trepar finalmente a los 806.057 en el ballotage. No es un pequeño logro; si se le suman los 394.541 que obtuvo en primera vuelta el Frente para la Victoria, se alcanza la mágica cifra de 853.443. Entonces, ¿si todos los votantes del FPV hubieran sufragado por Lousteau ganaban? No; aun así faltarían más de 9000 para igualar el numerito de Larreta. Esto no arredra a los arrojados enemigos del conservatismo amarillo, porque arguyen que si un pedacito de los votoblanquistas hubiera abandonado su voto "inútil" la victoria hubiera podido alcanzarse.

Clarín y La Nación machacaron e insistieron: el kirchnerismo no supera el 35% del padrón; si la oposición se agrupa, no hay razón para que FPV venza. La prédica produjo inesperado fruto en el bando contrario: dado que el PRO no llega al 34% del padrón capitalino, la mayoría de los "vecinos" debiera evitarnos el agravio de tener que soportar otros 4 años al partido que gobernó los últimos 8. Es un razonamiento puramente matemático, es decir, mecánico, que no tiene en cuenta el comportamiento político real de la sociedad. Sin embargo, ¿la brevísima distancia a que se ubicó Lousteau, no significa nada? Después de todo el argumento de Joaquín Morales Sola (júntense todos contra las huestes k) solo resistió la tapa del diario; en cambio, Lousteau resultó capaz de agrupar voluntades.

Concedido. Ahora es preciso pensar como. En 2003, una versión del progresismo porteño que se referenció en Aníbal Ibarra, estaba en condiciones de ganar si sumaba el voto k. Y así terminó siendo, cuando Néstor Kirchner, a semanas de asumido con magro caudal, respalda a Ibarra contra Macri. Ibarra no era k, sino alguien que podría lograr ese respaldo sin perder el caudal propio. Era votable para la progresía sin resultar infumable para el mundo k. De ese delicado equilibrio dependió y sigue dependiendo la derrota del conservatismo amarillo. La política no pare cada cuatro semanas un animalejo capaz de satisfacer tan complejo mix, eso no quiere decir que resulte irreproducible. Ahora bien, tampoco transforma a Lousteau en heredero de ese espacio, solo nos recuerda que es construible.

¿Macri sin rumbo?

Repasemos los hechos. El PRO conservó su caudal. No hizo la mejor elección, pero nadie creyó jamás en el mesianismo de Larreta. Lousteau hizo una gran elección, y el radicalismo porteño se ha fortalecido a punto inesperado. Como se trató de una interna abierta, ambas fuerzas integran una coalición, la alegría de uno debiera ser la del otro. Pero no es así. Macri esta anonadado y la cooperativa de intendentes radicales atraviesa su mejor momento.

¿Qué sucede? La confluencia del Pro con la UCR, como todos los matrimonios de conveniencia, depende de los aportes de cada socio. Un radicalismo sin candidatos nacionales, sin jóvenes, y sin banderas al viento, pero con una estructura nacional centenaria, se juntaba con un "candidato nacional", repleto de jóvenes capitalinos, y las banderas de Jaime Duran Barba. Macri, el candidato; la Capital de la República, su inexpugnable bastión. Ahora resulta que el bastión no es tan inexpugnable, Lousteau también es un candidato que mide, y la posibilidad de sumar los votos de "todo el espacio" Pro radical impone al menos un cambio discursivo.

Para Clarín y La Nación esta no puede ser una decisión inconsulta. Para Duran Barba sí. Después de todo es responsable de las decisiones estratégicas; esto es, de la política de alianzas y del discurso requerido para que los acuerdos de capilla funcionen electoralmente. No basta concertar con la UCR es preciso imantar a sus votantes potenciales. El discurso de autoayuda de los tocadores de timbre PRO alcanzó su límite, la política de bajas calorías, su techo; ahora es preciso hacer política dura, definirse sobre el mundo real. Dicho de mala manera: es preciso reproducir la Alianza de Chacho Álvarez y Fernando de la Rúa, en las condiciones actuales; girar hacia el discurso de Sergio Massa sin Massa, cepillarle sus votantes.

La Alianza radical peronista se propuso conservar, a fines de los '90, la insostenible convertibilidad. La propuesta era "uno a uno", un peso un dólar, sin corrupción: menemismo blanco. La formula resultó electoralmente taquillera y políticamente catastrófica. Si de la Rúa hubiera salido de la Convertibilidad a las 48 horas de asumir, el último tramo de la debacle se hubiera evitado. Para hacerlo debía enfrentar el deseo de su propio electorado, y el interés directo de los bancos, en un mundo donde los bancos mandan. Si antes era la convertibilidad sin corrupción, ahora es la Asignación Universal por Hijo sin pobres a la vista.

¿Es practicable el giro que propicia Barba? Es la apuesta de controlar el gorilismo instalado. Me explico, los que a regañadientes acepten el "cambio" de Macri, parten de saberse caudal insuficiente. Barba fue muy claro en Perícles, el boliche cool donde explicó la novedad, imposible cambiar el clima de "optimismo" del electorado con Cristina Fernández. O se acepta ese dato duro o no hay modo. Sin duda el "fragmento ideologizado" del Pro puteara al gurú ecuatoriano. No le importa, para el intelectual orgánico de Macri se trata de llegar al ballotage nacional.

iNFO|news

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