viernes, 30 de octubre de 2015

18.000 personas sin techo en Capital Vivir a la intemperie

Más de 18 mil personas viven en la ciudad de Buenos Aires en situación de calle, ninguneadas, maltratadas por el gobierno, invisibles para los bienvivientes. Organizadas en asambleas encararon a través de Proyecto 7 un emprendimiento autogestivo que brinda techo, contención y recuperación de la dignidad y el trabajo.

De primavera ni hablar a pesar de promediar octubre. Es medianoche y la temperatura no llega a siete grados, sobre un banco de cemento ubicado en la vereda de Dorrego entre Huergo y Luis María Campos, pleno barrio de Las Cañitas, duerme un hombre joven envuelto entre cartones y trapos.

A pocos metros de allí, junto a la entrada de la iglesia Santa Adela, hay una especie de carpa armada con tablones y trozos de tela plástica, en su interior, sobre un colchón, una pareja intenta entrar en calor bebiendo de una botella con líquido transparente al que llaman “cachuña”: es alcohol fino mezclado con gaseosa.

A la vuelta, sobre la calle Clay, contra los paredones de la iglesia, una mujer y dos niños acostados sobre una pila de cartones se enrollan metódicamente entre diarios y frazadas viejas para abrigarse y pasar la noche.

A pocas cuadras de allí, en las plazoletas de la calle Chenaut rodeadas de restaurantes y bares top, mucha gente curte la movida opulenta del barrio de moda. No obstante, en canteros y ochavas, hay personas en situación de calle extendiendo la mano a los paseantes e intentando pasar la noche con la panza llena de algo de lo que se descarta en los bistró gourmet. La policía Metropolitana se ocupa de alejar con rigor a los “vagos que arruinan la zona y piden propina” de quienes se bajan de autos importados y motos de alta cilindrada.

Médicos del Mundo, organización mundial no gubernamental humanitaria, aseguró en su último informe de 2014 que “en la Ciudad de Buenos Aires diariamente 16.353 personas (niños/as, jóvenes, mujeres y adultos mayores) sobreviven en las calles”. Subrayó también que sufren “una situación de exclusión social” en la que durante la época de bajas temperaturas “tanto los chicos como los adultos padecen infecciones respiratorias agudas: neumonías y bronquitis, además de malnutrición, adicciones, infecciones y afecciones dermatológicas por falta de acceso a la higiene personal, entre muchos otros problemas de salud-enfermedad.”

Esa organización desde 2002 desarrolla el proyecto "Salud en la Calle" a través del cual una unidad móvil y varios equipos especializados realizan tres veces por semana atención médica primaria, contención en salud mental y acompañamiento social a más de 1.006 personas en situación de calle, en distintas plazas y zonas como Congreso, Parque Rivadavia, Plaza Once, Parque Lezama, Constitución, Plaza Flores, Liniers, Parque Patricios, Pompeya, Belgrano y Recoleta, entre otras.

Por su parte, voceros del gobierno de la Ciudad afirmaron en 2014 que eran 876 las personas en situación de calle, a pesar de lo cual tenían 2.200 camas disponibles en sus paradores que son lugares sólo para dormir durante la noche.
 


Horacio Ávila, fundador de la ONG Proyecto 7, y presidente del Centro de Integración Monteagudo de Parque Patricios, estima que “en la actualidad son unas 18.000 personas las que duermen a la intemperie en Buenos Aires, entre las que se cuentan más de 4.000 menores y 2.000 ancianos”. A su vez, la asociación Ciudad sin Techo, sostiene que “entre 80 y 100 personas en situación de calle mueren cada invierno por las bajas temperaturas”.

En las guardias de los hospitales de la Ciudad durante la noche se ven innumerables personas en situación de calle que no acuden para atenderse, sino para protegerse del frío y la lluvia.

Ángela (33), está sentada junto a tres niños en los bancos del hospital Pirovano, en el barrio de Coghlan. Ninguno pasa los seis años, la más pequeña llora incesantemente.

-¿Hace mucho que están esperando?

-No, no estamos esperando nada, afuera llueve y hace mucho frío, si no nos echan vamos a pasar la noche acá.

-¿Pero la nena se siente bien?, llora tanto…

-Es que está toda picada de chinches, la otra noche fuimos a un parador y amaneció estropeada, por eso me vengo acá, por lo menos no hay bichos como en los paradores y además tengo miedo de que me quieran sacar a los chicos. Aquí me dieron un remedio para las picaduras.

-¿Quién le quiere sacar a los chicos?

-La asistente social del parador, porque vivimos en la calle, y me los quieren mandar a un hogar. Nosotros alquilábamos en La Matanza, al fondo, pero mi marido murió en un accidente en la construcción y yo no pude seguir pagando, nos echaron. Estuvimos un tiempo en una villa, en la casa de mi comadre, pero hubo una pelea y me fui con los nenes, y andamos de acá para allá. Es fea la noche en la calle ¿sabe?

Las estaciones de tren y de ómnibus también se llenan de gente que busca amparo. Hay como un circuito organizado, se duerme en esos sitios, o debajo de los puentes y las autopistas, en las ochavas, cerca de las iglesias, hospitales y cementerios, en las plazas. Se come en merenderos y parroquias. Se arman “ranchadas”, grupos de gente que forma una especie de familia itinerante que se organiza para obtener lo indispensable para vivir. Algunos hacen changas, otros son “trapitos”, hay cartoneros que no entraron al sistema formal y de noche duermen en las calles, adentro de sus carros, al abrigo de papel, trapos y deshechos reciclables.

Todos, tarde o temprano, son corridos de los lugares que ocupan por la policía Metropolitana. Hasta hace pocos años la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) dependiente del gobierno de Mauricio Macri, perseguía violentamente a la gente de la calle, golpeándolos y robándoles sus pertenencias e incendiando sus precarios refugios; a raíz de numerosas denuncias y causas judiciales, dejó de funcionar. Ahora la reemplaza Ambiente y Espacio Público, que, según cuentan los afectados “no te queman pero te tiran agua a manguerazos y te arruinan lo poco que tenés, con cinco grados bajo cero nos empapan a todos”.


La calle no es un lugar para vivir

Hace quince años comenzó a gestarse lo que sería Proyecto 7, una Organización No Gubernamental para gente en situación de calle creada por ellos mismos. El fundador fue Horacio Ávila, un tapicero que había trabajado toda su vida y que en 2002 quedó en la calle porque no podía pagar el alquiler. La crisis económica y social de aquellos años hizo que se alejara de su familia una vez que pudo ubicarla a resguardo en casa de sus suegros. La realidad lo superó, se fue de Laferrere, en La Matanza, y se vino a la Capital suponiendo que iba a ser más fácil sobrevivir en la calle.

Entre 2002 y 2007 aprendió todas las estrategias para vivir sin techo en la ciudad, pero el punto de partida y de llegada fue para él la plaza del Congreso. Allí comenzó a gestarse la organización que hoy es Proyecto 7 y que a instancias de Ávila se inició con una huelga de hambre en Plaza de Mayo durante la Navidad de 2004.

Alfredo Giménez, uno de los integrantes de Proyecto 7 y coordinador del Centro de Integración Monteagudo, ubicado en Parque Patricios, que aloja a 114 hombres que estuvieron en situación de calle, relata: “aquí en el Monteagudo estamos hace tres años, pero antes mantuvimos la organización viviendo en la calle, en diferentes plazas, Congreso, Once, Constitución, plaza de Mayo, hacíamos asambleas y así se fue construyendo todo, manteniéndonos unidos por nuestros derechos”.

Ávila y los delegados por ranchada recurrieron a estudiantes y profesores de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y a organizaciones sociales, y producto de ese asesoramiento, lo que antes era un parador del gobierno de la Ciudad cuestionado judicialmente y que sólo funcionaba de noche, se convirtió en el Centro de Integración Monteagudo, para lo que el gobierno de la CABA, a través de un convenio le cedió el lugar a Proyecto 7.

“Lo convertimos en un lugar abierto las 24 horas, estamos aquí desde el 11 de abril de 2001, depende de nosotros, no del gobierno. Tenemos dos trabajadoras sociales, dos psicólogos, una psicóloga social, una doctora, una enfermera las 24 horas, cinco turnos de tareas de limpieza, cocina y demás. Cuando esto era un parador contrataban empresas para todo, pero nosotros le hemos dado esos trabajos pagos a la gente que vive acá”, explica Giménez.

El Monteagudo es un enorme galpón en el que conviven 114 hombres de diferentes edades. Hay dormitorios, comedor y un espacio especial para los más ancianos, muchos de ellos postrados. Funciona como un lugar de contención y transición hacia el retorno a la reinserción social y laboral. Proyecto 7 también realiza un trabajo activo para garantizar el reconocimiento de los derechos de las personas en situación de calle.

Ávila y los delegados por ranchada recurrieron a estudiantes y profesores de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y a organizaciones sociales, y producto de ese asesoramiento, lo que antes era un parador del gobierno de la Ciudad cuestionado judicialmente y que sólo funcionaba de noche, se convirtió en el Centro de Integración Monteagudo, para lo que el gobierno de la CABA, a través de un convenio le cedió el lugar a Proyecto 7.

-¿Después de vivir años en la calle cómo se retorna a una situación más normal?

-Y… hay un acostumbramiento, hay gente que estuvo quince o veinte años en la calle, los traemos acá y a los dos días se van. Es la calle, te lleva a eso, al alcohol, a la droga, a todas las adicciones, tenemos baño con agua caliente las 24 horas y no les interesa. Acá hay abrigo, comida, cama, atención médica, y algunos vuelven a la calle, a sus costumbres de años. Es un trabajo muy difícil el que hacemos para revertir eso. Tenemos mucha gente discapacitada, les faltan piernas, brazos, manos, no caminan, o tienen HIV y enfermedades derivadas de la vida en la calle o en los hospitales y en las cárceles. Hay de todas las edades, de 18 a 60 y pico, los que pueden trabajar lo hacen, los que pueden acercarse nuevamente a su familia, si la tienen, lo hacen, eso lo tratamos con los profesionales, averiguan por qué estuvieron en la calle, por qué siendo chicos se fueron de la casa. Mayormente es por abusos, agresiones de padres o padrastros. O porque en la familia hay adicciones y ya vienen siendo adictos, tenemos orientación psicológica y psiquiátrica, se trata de restablecer la relación familiar, ahora somos 40 personas trabajando acá.

-¿Cuál es la diferencia entre el Centro Monteagudo y un parador como los que ofrece el gobierno de la Ciudad?

-En esos paradores el régimen es expulsivo, represivo y carcelario, sólo se va a dormir y hay horarios obligatorios de entrada y de salida a la mañana temprano que no se adaptan a quienes tienen trabajo. Para conseguir cama hay que hacer colas interminables y a las 17 ya no están todas reservadas. Aquí se vive las 24 horas y está organizado para quedarse hasta poder construir una alternativa superadora de la calle. Esta es la única forma en la que la gente que vive acá, puede empezar a trabajar y va reinsertándose en la sociedad. Ahora hay 115 personas viviendo en este lugar, es la capacidad que tenemos, más no entran. Muchos vienen de años en la calle, a otros las familias los dejaron a la deriva, en hospitales, abandonados, gran parte son discapacitados, atropellados, con secuelas por el tema del alcohol y de la droga, pastillas, paco, marihuana. Cuando llegan muy drogados los ponemos aparte o les decimos que vengan al día siguiente si están violentos. No hacemos internaciones compulsivas, eso es lo más contraproducente, hay que esperar que toquen fondo, que no puedan más. Ahí vienen y dicen “me estoy matando, necesito ayuda”, y acá los psicólogos y psiquiatras nuestros ven qué es lo que hace falta y si es necesario derivarlos a internaciones o a tratamientos ambulantes. Hay gente de 60 y pico adicta al paco que termina recuperándose, son los menos, pero hay. Los jóvenes se recuperan más rápido, tenemos talleres de huerta, de serigrafía y de radio, y hacemos un programa de radio, “Gente de la calle”, que ya va a cumplir dos años, FM Sur, 88.13. Hemos editado dos libros, el primero con relatos de gente del Centro y el segundo es institucional. Además contamos con el apoyo del taller Chela, que queda a dos cuadras de aquí, ahí hay eventos, peñas, talleres, nos conocieron y nos ofrecieron su apoyo. Al principio no nos querían en el barrio, nos veían con el portón abierto las 24 horas, la gente nuestra sentada en la puerta tomando mate, personas que salen y entran constantemente, pero nos fueron conociendo y muchos se acercan a donar algo e incluso a ayudar. Aquí cerca estamos abriendo otro Centro, Frida, para mujeres en situación de calle.

-¿En tres años fue recuperándose mucha gente?

-El recambio no es muy grande ni muy seguido, porque todo tiene un proceso y las personas son diferentes. Pero a lo largo de estos años unas 140 personas han regresado con su familia, han conseguido trabajo, han vuelto a alquilar. Muchos de los que trabajamos aquí estuvimos en situación de calle.

-¿Cómo te integraste a todo esto, Alfredo?

-Yo tenía mi casa, trabajaba para Prosegur, pero hice un mal negocio y quedé en la calle, estuve detenido, ahí empezó mi decadencia. Me fui de mi casa, perdí contacto con mis hijos durante cuatro años porque yo no quería, son cosas que pasan en la vida, no… En 2012 recuperé al más grande, ahora voy a ser abuelo; y hace dos años recuperé al segundo. Y bueno, volví a formar pareja con una chica que trabaja acá. La vida que llevaba yo después de lo que me pasó económicamente fue espantosa, salí a robar y caí por robo de automotor, estuve cinco años y pico preso en Devoto, fue como si estuviera muerto. Y en agosto de 2011 lo conocí a Horacio Ávila, yo vivía en una plaza, en México y San José, en una ranchada, y él fue a hacer un evento para el día del Niño. Yo estaba re loco, re borracho, y me trajo acá, sin saber quién era, qué hacía, al tiempo me fue conociendo y me ofreció que sea encargado, me dio el trabajo de coordinador, pude alquilar vivienda, volví a formar pareja. Dicen que el tren pasa una sola vez, pero gracias a Dios a mí me pasó más de una vez, y siempre le digo a mi pareja que esta vez no me bajo ni loco. Horacio me dio una mano muy grande, y hasta hoy lo sigue haciendo, yo le agradezco todo esto, si él no hubiera aparecido yo seguro moría en una plaza, soy ateo, pero es como que me lo mandó Dios… si no yo no estaría acá como estoy.

-¿Hay algún encanto en vivir en la calle, algo relacionado con una idea de libertad?

-Y sí, como dicen los chicos podés hacer la que quieras, andás en tu mambo, es algo que en la vida normal no podés hacer porque te echan de todas partes. Sí, pero más que libertad es libertinaje, porque hacés cualquier gilada, vivís drogado, alcoholizado las 24 horas para olvidar, y al otro día te despertás y estás en la misma. Yo hace dos años y medio que no consumo, no necesité ningún tratamiento, ya estaba con mi pareja y había recuperado a mis dos hijos mayores. Pero fumaba mucha marihuana y un día estaba en la plaza y de pronto dije ¿qué estoy haciendo acá, matándome? Y tenía un “baguyo” en el bolsillo de la campera y siete botellas de vino alrededor. Y pensé que defraudaba a mis hijos y a mi pareja, a Horacio y a mí mismo. Y dejé el vino, el porro, pegué la vuelta y hasta hoy, nunca más. Creo que fue la fuerza de tener a mi mujer, a mis hijos al lado, qué sé yo; es una lucha diaria ¡eh!, hace dos años y medio que no consumo, no te creas que es fácil, la recaída está siempre ahí, latente… Y bueno, en la calle también ves de todo, abusos, muertes, locura, una violencia terrible, un día un tipo de otra ranchada me clavó la punta de un paraguas en el pecho. He visto quemar gente, prenderle fuego a la ranchada entera, abusos, hay muchas chicas jóvenes en la calle, y pibes también, y no podés hacer nada, si denunciás te matan dormido. Aprendés la buena y la mala en la calle, sí, aprendés a defenderte, pero dormís con un ojo abierto, y te emborrachás y te drogas así no sentís nada. Y por ahí quedás muerto debajo de una autopista, en un umbral porque te mata el frío. Y la otra gente, la “bienviviente”, es mala, te desprecian, te insultan, te ignoran o te tienen miedo, nadie se pregunta qué te pasó para llegar a eso. Otros, pocos, se acercan y quieren conocer y van comprendiendo, pero son los menos.

Un proyecto de ley que duerme en el Senado

En noviembre de 2014, impulsado por Proyecto 7, Ciudad sin Techo y otras entidades, se presentó en el Senado de la Nación el proyecto de ley 2510/14 que contempla la creación de un sistema de protección y acceso a todos los derechos a personas en situación de calle. Propone la creación de centros de integración que funcionen las 24 horas, de una línea telefónica en todo el país y de un sistema nacional de móviles. En el mismo sentido subraya la necesidad de que se garantice la no represión de quienes transitan esta problemática. El proyecto fue ingresado en agosto de 2014 por la senadora del Frente para la Victoria Silvina García Larraburu, y está basado en la ley 3706 de situación de calle en la ciudad de Buenos Aires.

Al respecto, Claudia Enrich de la asociación civil Ciudad sin Techo, expresó que “impulsamos ese proyecto de ley y estamos esperando que entre a la primera de las tres Comisiones por la que tiene que pasar para no perder estado parlamentario. No se toma conciencia de que la situación de calle es una problemática que le puede ocurrir a cualquiera de nosotros, pero se naturaliza, se cree que sólo le puede pasar a otros. A partir de 2001 el linyera utópico y lírico se modificó, ahora puede ser cualquiera”.

Claudia y su compañero Alfredo, paran diariamente en el bar de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, y comenzaron su contacto con la gente en situación de calle que tiene sus ranchadas en la plaza del Congreso.

“Comenzamos a presentarnos y organizamos chocolatadas los sábados y domingos que son los días más duros para ellos, a partir de allí nos fuimos interiorizando en sus historias y necesidades. Nos encargamos de ayudarlos a gestionar su documentación, la mayoría no tiene DNI para poder acceder a los distintos planes sociales que les corresponden. También los acompañamos en salud y escolarización; somos cinco los que ponemos el cuerpo a full, estamos tramitando la personería jurídica y ya con eso vamos a poder tener algo de recursos. En este momento estamos acompañando concretamente a doce familias, es muy difícil el tema de las personas en situación de calle porque no hay nada organizado, es distinto al trabajo en las villas donde algo hay, en esto partís de cero y con muchas dificultades. Es difícil comprender la lógica de la gente en situación de calle, están totalmente marginalizados, no tenés nada, ni puerta para cerrar, ni luz para apagar, no tenés baño, no tenés dignidad. Todo lleva mucho tiempo, más del tiempo que ellos tienen. Cuando uno comienza a considerarse como una persona es porque otro lo mira como persona”, concluyen.

Centro de Integración Monteagudo. Dirección: Monteagudo 435. CABA

Avenida Pavón El termómetro del Conurbano

Rebautizada como Hipólito Yirigoyen, la Avenida Pavón fue y sigue siendo una muestra condensada de los conflictos políticos y sociales del conurbano sur. A lo largo de 60 kilómetros y 14 ciudades, tiene en sus veredas un largo historial de caudillos territoriales, un pasado industrial que resiste y una cantidad de votos que puede definir una elección presidencial. Bonus track: los datos claves de Pavón y las historias de los lectores.

El 8 de junio de 1948 los dirigentes peronistas de Avellaneda decidieron tener un gesto amable con la competencia radical. Eran los primeros tiempos de la polarización rabiosa alrededor del PJ. Durante la primera presidencia de Perón, en contra de lo que hoy se podría suponer, el clima era mucho más encarnizado que el de su revival kirchnerista. En parte por eso los concejales y el intendente peronista de Avellaneda, José Domingo Afalo, habían resuelto en 1948 tender un puente hacia el bloque radical, con el que convivían diariamente a los gritos. Otro motivo era que muchos dirigentes peronistas tenían un inocultable pasado yrigoyenista: la prenda de paz fue cambiar el nombre de la mítica avenida Pavón por el de Hipólito Yrigoyen.

Las claves de Pavón

Algunos metros más ancha que hoy, todavía parcialmente adoquinada y con un boulevard arbolado en algunos tramos, Pavón ya marcaba el pulso político y comercial de gran parte de la provincia de Buenos Aires.

La sustitución de importaciones y el desarrollo de la industria liviana habían hecho base en la zona sur, con nuevas fábricas y expansión de las existentes. Pavón era la vía que marchaba paralela al Riachuelo y conectaba ese nuevo mundo en crecimiento con el de la Capital. A lo largo de sus 60 kilómetros, con una numeración que iba del 1 al 31900, la avenida cruzaba Avellaneda, Gerli, Lanús, Remedios de Escalada, Banfield, Lomas de Zamora y Temperley, entre otras localidades que hoy ya suman 14 y nuclean a más de 2 millones de personas.

En Pavón 252, el caudillo Alberto Barceló, conservador popular y cinco veces intendente de Avellaneda entre 1909 y 1940, había instalado su comité más importante, con un sector especial para al escolazo (semi) autorizado. Ahí, donde a su vez solía cantar Carlos Gardel, “Don Alberto” Barceló preparaba su cóctel de recaudación económica, juntadero de chismes, control social y resolución pacífica de conflictos, que excepcionalmente se zanjaban a los tiros.


Años después, el 17 de octubre de 1945, miles de trabajadores de los frigoríficos, empresas de la carne, el cuero, textiles y metalúrgicas marcharían por Pavón rumbo a Plaza de Mayo, para exigir la liberación del líder inesperado.

Con tales hitos entre sus antecedentes, el rebautismo de Pavón con guiño radical era toda una ofrenda. El acuerdo inter-partidario era que cada municipio votara el cambio de nombre. Empezó Avellaneda y, a partir del 8 de junio de 1948, Pavón pasó a ser Yrigoyen desde la bajada del puente viejo de Barracas, una vistosa reliquia de hierro, madera y remaches, que incluso es previa a la Primera Junta de Mayo.

Dos meses después de esa sesión, un discurso visceral de Perón en contra del “agio y la especulación” puso en rojo nuevamente el debate dentro del Concejo Deliberante de Avellaneda. Y así fue que la pausa cordial entre ambos partidos voló por el aire. El radical Juan Copello pidió la palabra y se la negaron; hubo insultos a Perón, a Alem, a Yrigoyen y amagues de pelea entre ediles impecablemente trajeados. Esa fue la dinámica hasta que los opositores abandonaron el recinto. En venganza, casi en estado de emoción violenta, los concejales peronistas votaron volver a cambiar el nombre de la avenida, que ya era Hipólito Yrigoyen en los demás municipios del sur bonaerense. Pero en vez de retomar el histórico título de Pavón, que era el nombre impuesto por Bartolomé Mitre a la avenida hacia fines del siglo XIX, optaron por uno más provocativo y personalista: Presidente Perón.


“Fue una medida punitiva de los peronistas. Los debates y las intervenciones figuraban en el diario de sesiones de la época, que ahora se perdió”, se lamenta Rudy Varela, historiador veterano de la zona sur. Varela nació hace 80 años en Piñeyro, Avellaneda, y no se separa de su carpeta escolar, llena de recortes de diarios, fotocopias y anotaciones. Aunque Rudy casi no necesita revisar sus archivos, porque lleva la historia de su barrio grabada en la mente, hasta en los detalles más inverosímiles.

Desde esa sesión caliente de 1948 y hasta el golpe militar de 1955, Pavón fue Presidente Perón a la altura de Avellaneda, e Hipólito Yirigoyen en los municipios siguientes. A partir de la llamada Revolución Libertadora del 55, la avenida volvió a ser Pavón solamente en Avellaneda (lo que recién se modificaría en 1987), y se mantuvo como Yrigoyen en el resto del conurbano.

Así, si bien ya lleva varias generaciones con el nombre Yirigoyen, a la fecha sigue siendo mucho más conocida entre nativos y visitantes -hagan la prueba- por su nom de guerre de avenida Pavón.

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Entrar a Avellaneda por Pavón implica sumergirse en un sky line caótico de cables y construcciones en monocromo. No hay árboles o alguna manifestación del reino vegetal a la vista. Y esa es la única vía directa que tienen miles de personas de moverse por el sur, desde Avellaneda hasta Brandsen, donde Pavón se transforma en la ruta provincial 210. Según datos de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad, sobre la base de información del Indec y la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), más de 1,2 millones de personas viven (o más precisamente, duermen) en el Gran Buenos Aires y trabajan en la Capital. De esa masa que peregrina diariamente hacia la ciudad, alrededor de 500 mil personas (más varones que mujeres) provienen desde el sur: un ejército de mano de obra menos calificada que la porteña, pero a la vez sumamente funcional. A ese grupo hay que sumarle la minoría que hace el camino inverso: unas 80 mil personas que van a trabajar desde la Capital hacia el sur del conurbano. Y también la elite que se mudó a los countries del sur, sin renunciar del todo a sus lazos y compromisos laborales porteños.


Pavón: las historias de las lectores

Pavón es una arteria obligada que no encontró reemplazo para autos y para las 16 líneas de colectivos que la atraviesan: el tránsito es un embrollo, cargado de bocinazos, embotellamientos y gente siempre al borde de un ataque de nervios. La única alternativa es tomar el tren Roca, que marcha casi paralelo a Pavón y conecta Plaza Constitución, en Capital, con 69 ciudades del sur. Es el medio de transporte oficial de más de un millón de personas por día: obreros, mozos, cuentapropistas, changarines, empleados de comercio, vendedores y buscas. Sobre todo, porque el tren es baratísimo: con la tarjeta SUBE, el boleto desde Constitución hasta Lomas de Zamora cuesta 1,5 pesos. A su vez el Roca sintetiza y explica la mala fama que se ganaron los trenes metropolitanos, con ese combo explosivo de incomodidad, demoras, calor, apretujones y robos, si bien ese cuadro empezó a revertirse en los últimos años.

“Hace más de 15 años que no tomo el tren a la noche. Prefiero subirme al 178 en Constitución y dormir hasta casa. En la estación de Burzaco me espera un remisero amigo que me hace precio”, cuenta Roberto, hincha fanático de Cristina y de Boca, club en el que llegó a ser delegado gremial. Roberto vive en Burzaco, a 15 cuadras de la estación, y actualmente es el encargado de atender el sector baños de calor del edificio céntrico de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.

Para la clase media, en cambio, existe una opción más amigable. Porque donde hay una necesidad hay un derecho, pero también un negocio para el que lo pueda pagar, se crearon los buses semi-privados que recorren Pavón: el Adrogué Bus y el Lomas Express, camionetas, combis, charters, más modernos y ágiles que un colectivo, con aire acondicionado y asiento garantizado, a cambio de una tarifa de 40 pesos.


Adrogué Bus empezó en 1995 como un servicio de ida y vuelta al centro porteño para unos pocos vecinos del sur. Hoy ofrece paquetes turísticos que llegan a la costa atlántica, y cambió su pequeño y único local de Adrogué por una sede en un gran caserón reciclado, ubicado frente a la plaza principal y a pocos metros de la estación de trenes. En la Capital, tiene tres sucursales: una en Puerto Madero, otra en diagonal al Obelisco, y la más chica en la terminal propia de 9 de Julio y Sarmiento. Funciona desde las 5:20 hasta la 1 de la madrugada, con frecuencias que van de los 3 a los 5 minutos, y sus pasajeros habituales tienen chequeras de 20 pasajes por $700.

Fundado hace 10 años, el Lomas Express opera de la misma manera. El chiste cómplice de sus choferes es llamarlo “Cirio Bus”, haciendo una carambola entre la vedete Jesica Cirio y la influencia política y comercial que le atribuyen a su esposo, el intendente Martín Insaurralde, sobre esa flota de mini-buses. En las últimas PASO, según ejemplifican los choferes por lo bajo, el Lomas Bus se puso al servicio de los votantes y de la tropa del intendente.


En los días de semana, la clientela del Adrogué Bus y el Lomas Express repite los mismos horarios, vestimentas y asientos. Durante dos horas, conviven ritualmente empleados calificados, profesionales, pequeños comerciantes y estudiantes universitarios. Algunos aprovechan para adelantar trabajo por el celular, mientras la conversación no se corte: los contadores asesoran, los abogados contienen y los médicos escuchan y ponen caras sobre el panorama que les espera.

Otros habitués prefieren leer, chatear, tuitear, escuchar música o directamente dormir. “Si tardó una hora de más por algún piquetero, yo duermo una hora más. No me enteró de nada”, explica Sofía, una treintañera que vive en Temperley y trabaja en la justicia porteña.

El paisaje del tour por Pavón, en contra de lo que hoy predican los enamorados del pasado, hace 45 años ya presentaba un inicio muy parecido al actual: “Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado. Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados. Hoy llovió y todavía está nublado”, bluseaba Manal en 1970. Con años de merodeo contemplativo encima, Claudio Gabis y Javier Martínez compusieron ese knock out triste y dulce llamado Avellaneda Blues. Excepto por las descripciones obreristas, el panorama de esa zona de la ciudad se mantiene poéticamente estable desde esa canción.


El principal cambio de ese trayecto de Pavón se dio antes de 1970, con la construcción del nuevo Puente Pueyrredón ordenada por el presidente Arturo Illia a mediados de los sesenta. Los vecinos memoriosos cuentan que en Pavón y Bartolomé Mitre había cinco cines en dos manzanas, de los cuales solo sobrevivió el Colonial, recientemente remozado como teatro. Y que la pueblerina vuelta al perro se extendía por Mitre, desde la Plaza Alsina hasta la intersección con aquella Pavón de luces, tango y marquesinas. Desde la puesta en funciones del nuevo puente, Pavón y Mitre se convirtió en la puerta de servicio de la Capital.

“Esa zona era una fiesta. Había cines; estaba la sastrería Modart en la esquina de Pavón y Mitre; el restaurante Rivero, la tienda de ropa Alfa, la fábrica de sombreros La Ideal, la ferretería de Don Peralta”, recuerda Sergio Suñé, nieto de Alfonso Martínez, más conocido en Avellaneda como el Gallego Don Alfonso, dueño del viejo almacén El Pacífico, ubicado en Pavón y Podestá. Ahora, ese local que vendía fideos, porotos, quesos, galletitas y legumbres a granel, está abandonado.


Sergio Suñé tiene 56 años y trabaja en una de las pocas harineras que sobrevivió en Avellaneda, el Molino Lagomarsino, ubicado a pocas cuadras de donde estaba el almacén de su abuelo. A los 12 años, era igual de corpulento que ahora y manejaba la camioneta estanciera de Alfonso para hacer los repartos. Los policías del barrio sabían que era menor, pero hacían la vista gorda a cambio de un paquete de queso, salame, pan y vino, todo envuelto en papel madera, que les preparaba Don Alfonso.

“Ahora veo como se cayó toda esa zona de Pavón y se me parte el alma”, resume Suñé.

***

Desde el año 1983, para el ambiente de la política con su épica en baja, la avenida sería una especie de terminación nerviosa de las correlaciones de fuerzas de cada municipio. Los carteles, pintadas, afiches y locales ubicados a lo largo de Pavón servirían para identificar liderazgos en ascenso, ausencias sugestivas, acuerdos, traiciones y una serie de tramas territoriales no detectadas del todo por el radar aporteñado de los medios nacionales.


“Yo me esperaba el triunfo. Era evidente si conocías la ciudad, aunque la gilada creía que no”, se jacta el ex intendente de Avellaneda Luis Raúl Sagol, 79 años, radical, alias El Chino, mientras gesticula como un dandy en el bar Pertutti de su querida ciudad. Sagol acomoda en el respaldo del asiento su sobretodo verde inglés, marca Alpen Loden, y regala saludos a todo aquel (y toda aquella) que lo reconozca al pasar.

En 1983, el triunfo de Raúl Alfonsín, y sobre todo el de Alejandro Armendáriz en la gobernación bonaerense, terminaron con el mito del PJ como una marca invencible. En pleno conurbano, Luis Sagol obtuvo el 52% de los votos, en una elección en la que las boletas para la presidencia estaban separadas de las del intendente, lo que le agrega mérito y autonomía respecto al triunfo de Alfonsín.

“Había una equivocación: muchos creían que Avellaneda era un bastión peronista, pero la verdad es que esa ciudad de fábricas ya no existía. Los gremios eran nominales. El más importante acá era el de los municipales, que eran 4 mil. Era una ciudad de cuentapropistas, muy distinta a esa del 45, en la que los obreros marcharon por Pavón. Porque ya no había obreros”, recuerda El Chino, hoy mucho más simpatizante del kirchnerismo que de los líderes y candidatos de su partido.

Aunque tras la derrota de Ernesto Sanz ante Mauricio Macri en las PASO de agosto pasado, la UCR no presentará candidatos propios en la elección presidencial de octubre próximo, una ausencia inédita en sus más de 120 años.

Para 1987, Pavón se llamaba Pavón exclusivamente en Avellaneda, y le tocó a Sagol ser el intendente encargado de concretar la unificación yrigoyenista con el resto de los municipios del sur. Eduardo Duhalde, por entonces intendente de Lomas de Zamora, también reclamaba el cambio de nombre. “Mi mamá, que es muy radical, me pregunta cuándo le van a poner Yrigoyen, Sagol”, le insistía el peronista Duhalde al intendente de Avellaneda, que finalmente accedió e impulsó cambio de nombre. Y si bien esa fue la última modificación, bien podría no ser la definitiva: desde hace cuatro años circulan proyectos oficialistas para que Yrigoyen (Pavón, en los hechos) pase a llamarse avenida Néstor Kirchner.


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Eduardo Duhalde es el único hijo de la avenida Pavón que consiguió, aunque sea por un rato y no por la vía de los votos, probar el famoso sillón de Rivadavia. Fue una especie de primus inter pares de otros caudillos territoriales de la zona sur que no pudieron (o genuinamente ni se lo propusieron) exceder los límites de su municipio, como Herminio Iglesias en Avellaneda y Manuel Quindimil en Lanús. En los setenta, Duhalde, Iglesias y Quindimil conducían la “mesa de la tercerita”, como se llamaba a esa entente de la tercera sección electoral, que incluye a los municipios del sur enhebrados por la avenida Pavón.

A fines de los sesenta, Herminio pegó al salto a la política desde el gremialismo, una trayectoria muy usual entonces y casi inaplicable en la actualidad. Fue delegado de Siam-Di Tella y uno de los “culatas” preferidos del metalúrgico Lorenzo Miguel. Se hizo popular en Avellaneda y coronó su ascenso con la intendencia en 1973. En 1983 le ganó la pulseada partidaria a Antonio Cafiero y fue el candidato del PJ para la gobernación bonaerense. Pero perdió con el radical Alejandro Armendáriz, y poco después fue barrido hacia la banquina del poder por el ala renovadora de Cafiero.

En Lanús, “Manolo” Quindimil empezó su carrera como delegado gremial de los municipales. Con el golpe militar de 1955 lo echaron y puso una enorme chatarrería debajo del puente de Escalada: alcanzó una pequeña fortuna, y en 1973 fue electo intendente. Ganó de nuevo en 1983, y fue reelecto en 1987, 1991, 1995, 1999 y 2003.

“Tenían vínculos con los sindicatos y el territorio, además de una estrategia propia y simultáneamente común: no se pisaban la cola entre ellos, porque así potenciaban sus capacidades de escalar en el poder”, explica Jorge Carbajal, vecino histórico de Banfield, historiador part-time y militante peronista de base todos los días.


Desde los cincuenta en adelante, la prioridad de Carbajal fue mejorar la cuadra, el barrio y el municipio a través de la acción política, pero evitando el atajo de la violencia y la manipulación. No fue monto ni facho, lo cual le restó impacto a su prédica y le redujo los colectivos de pertenencia.

“Herminio, Quindimil y Duhalde fueron expresiones de la derecha peronista que, se vería en el tiempo, funcionaran como paragolpes para el avance de la juventud y de la izquierda peronista”, opina Carbajal, mientras camina sin apuro frente a la estación de tren Banfield.

En los setenta, la “mesa de la tercerita” ya era la más gravitante de la política bonaerense: quien conducía la tercerita conducía la provincia. Y quien conducía la provincia, de mínima, condicionaba la estrategia del PJ nacional.

Esa fue la paciente apuesta de Eduardo Duhalde a lo largo de su periplo vital. Al lomense no le daba para la presidencia en 1989, pero sí para forzar a que el candidato Carlos Menem se sentara a negociar: así fue que Duhalde cambió el cargo prometido de vicepresidente por una postulación a la gobernación bonaerense. Como contrapartida, si ambos ganaban, y cualquiera sabía que no se ganaba la nacional si no se ganaba la provincia, Menem le concedería 650 millones de dólares anuales, bajo el ítem de Fondo de Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense. Y ganaron los dos.


Además de aceitar compromisos y ampliar el círculo de lealtades, ese chorro de plata le sirvió a Duhalde para mandar a pavimentar Pavón en 1994, desde Lanús hasta Almirante Brown. Esa obra, si bien el asfalto se hundió y se agrietó con las lluvias, fue la última intervención importante que se hizo sobre la avenida.

“Ahora está un poco deslucida, pero a Pavón la reformó mi esposo”, se jacta telefónicamente y desde su caserón de Lomas, Hilda Chiche Duhalde. Si bien vive en Lomas desde hace años, la ex senadora es nacida y criada en Avellaneda, en una casa chorizo de Heredia y Pavón. Chiche guarda buenos recuerdos de la avenida, a pesar de que hace 44 años, cuando ella tenía 15, un colectivo atropelló y mató a su abuela en plena Pavón.

Muchos años después, con su esposo convertido en el indiscutido cacique provincial, el fin de la hegemonía duhaldista empezó con la derrota electoral de 1999 contra Fernando de la Rúa. Pero quedó sellada sobre Pavón el 26 de junio de 2002, cuando el lomense ya había asumido la presidencia tras la crisis del 2001. Ese día la policía reprimió y mató a sangre fría a dos militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados: Maximiliano Kosteki (21 años) y Darío Santillán (22 años). Después de correrlos del puente Pueyrredón, los policías los remataron en la estación Avellaneda del tren Roca, la primera parada bonaerense de la línea.

En 2013, esa estación cambió oficialmente de nombre por el de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Y todo ese espacio se convirtió en un manifiesto artístico y político, con un mural en el que los dos muchachos sonríen y agitan una bandera argentina. Los familiares y ex compañeros de ambos siguen exigiendo que, además del castigo a los policías asesinos, la justicia juzgue a los responsables políticos de la masacre, entre los que señalan a Duhalde y a dos de los candidatos actuales: Felipe Solá (entonces gobernador) y Aníbal Fernández (ex secretario general de la Presidencia de Duhalde).

Con la caída de Duhalde también se fue al descenso la influencia y el margen de maniobra que tenía la tercerita. En realidad, despareció algo más significativo que la figura Duhalde. Algo que ya no tuvo reemplazo: el rol del gerente político que representa a los intendentes del conurbano.

Con Néstor y Cristina Kirchner, el poder se centralizó y la negociación con los intendentes pasó a ser face to face, casi sin mediaciones, en especial con los que arrastraban un sospechoso tufillo duhaldista. En 2005, Duhalde ensayó un intento de resurrección de la mano de Chiche Duhalde. Pero su esposa perdió las elecciones legislativas con Cristina Kirchner, y ya no hubo más sobrevida para el último líder parido en Pavón.

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A la vuelta de la democracia, la avenida ya había perdido gran parte de su esplendor industrialista, pero seguía siendo una referencia y un paso obligado para millones de personas. A su vez se mantendría como un termómetro sensible de cada fase del consumo y del cuadro general de la economía: locales en alquiler, locales vacíos, locales llenos o locales limitados a la mera subsistencia.


Eso sí, todos y cada uno de los comerciantes se encomendaría a una estampita, a un sistema de alarmas, a la bonaerense, a la seguridad privada o, más recientemente, a las cámaras y las policías locales. Porque desde los ochenta y los noventa en adelante, el fantasma de la inseguridad también se sumaría a la road movie del sur, Pavón y después.

El sábado 19 de abril de 2014 a la noche, por citar un ejemplo reciente, el entonces senador Aníbal Fernández iba solo en BMW negro por Pavón. No tenía custodia por decisión propia. A la altura de Pavón y Brasil, en Gerli, otro auto le cortó el paso: bajaron cuatro hombres armados. Lo amenazaron y Fernández no se resistió. Se llevaron el BMW y el actual candidato a gobernador bonaerense se fue caminado hasta una estación de servicio. Llamó al 911 y se pidió un remís para volver a su casa.

En la farmacia donde el diputado Jorge Rivas fue asaltado y recibió un golpe que lo dejó cuadriplégico, ya nadie recuerda aquel episodio. A Rúben, el corpulento hombre que se encarga de la seguridad en la puerta de la farmacia, una “Econofarma” ubicada en la esquina de Pavón y Oliden, pleno centro de Lomas de Zamora, la historia le suena muy remotamente. Rúben empezó a trabajar ahí en 2009, y el asalto a Rivas ocurrió el lunes 12 de noviembre de 2007, cuando el actual diputado socialista era vicejefe del Gabinete de Néstor Kirchner. Los demás empleados arrancaron incluso después que Rúben, y ni si quiera registran el caso. Econofarma es una cadena de farmacias que, si bien está abierta las 24 hs, después de las 3 de la tarde cierra la puerta central y sólo atiende a través de una ventanita.

La noche del robo, Rivas había ido a cenar con amigos a la parrilla La Picaza, en Temperley. El entonces funcionario nunca había querido tener custodia ni manejar un auto oficial. Rivas vivía a media cuadra de Pavón y se movía casi siempre en un Volkswagen Gol Rural. A la vuelta de la cena, cuatro cuadras antes de llegar a su casa, frenó en la puerta de la Ecofarma para comprar un remedio. La farmacia está en una esquina céntrica, muy abierta y bastante iluminada, sobre todo por la estación de servicio Shell que tiene enfrente.

Apenas se bajó del auto, dos personas lo golpearon en la cara, se llevaron el Volkswagen y la billetera. Rivas tuvo pésima suerte: la piña que recibió, dada posiblemente con un anillo, le generó una lesión en el tronco encefálico que sólo ocurre en un caso sobre cien.

Ahora, a sus 53 años, se mueve en silla de ruedas y se comunica a través de un puntero láser puesto en una vincha, que le permite marcar letras, armar palabras y hasta algunas frases.

Histórico vecino de Temperley, Rivas cree que hubo una “evolución social” en Pavón y en todo el conurbano sur. Marca un hito en particular: “El cambio más sustancial fue, sin duda, cuando dejó de ser una avenida empedrada y pasó a ser asfaltada”.

Javier tiene 20 años menos que Rivas y trabaja desde 2005 en la Shell de la esquina del robo. Al igual que Rúben, tampoco se acuerda del asalto trágico de 2007. A lo largo de 10 años, Javier sufrió varios robos, algunos con armas, pero ninguno demasiado violento. Para Javier, desde hace dos años el panorama mejoró, a partir de la instalación de cámaras y de la creación de la policía de Lomas de Zamora.

En la otra esquina de Pavón hay un local vidriado de Bed Time, una multinacional que vende colchones. Ahí, Susana atiende amablemente desde hace 17 años. En ese lapso vivió tres robos a punta de pistola, a pesar de que no suele haber mucha plata en la caja, porque el grueso de las ventas se paga con tarjeta (hay varios descuentos, incluido el plan Ahora 12). Susana no tiene miedo, pero hace un par de años optó por mantener la puerta con traba. En teoría, eso le permitiría no abrir si alguien le resulta sospechoso. “Pero sólo en teoría, porque cómo saber”, concluye ella.

En la cuarta esquina de Oliden y Pavón, Sebastián maneja una librería desde hace 19 años, en los que sufrió cuatros robos. El más violento ocurrió en el 2010, cuando gatillaron en falso sobre la cabeza a su hermano. A partir de esa experiencia, se juntó con algunos vecinos y amenazaron con cortar la avenida. Como resultado de esa presión, lograron que la comisaría designara un policía bonaerense fijo a pocos metros. Por las dudas, Sebastián mantiene el botón antipánico y la puerta de la librería siempre cerrada.

Sebastián tiene 42 años y es el único que se acuerda del caso de Rivas: “Qué terrible lo que le pasó, qué mala suerte tuvo”. Rivas, sin embargo, es optimista. Piensa que los actuales liderazgos políticos en Avellaneda, Lanús y Lomas son “sin dudas más democráticos que los de Herminio Iglesias, Manuel Quindimil y Eduardo Duhalde”.

—¿La avenida cobró otra connotación para usted a partir del robo?

—No, al episodio que viví en noviembre del 2007 lo podría haber vivido en cualquier otra calle.

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A días de las elecciones generales, la bienvenida a Avellaneda la da un cartelón del actual intendente, Jorge Ferraresi, junto a Daniel Scioli. Debajo de las caras gigantes, hay dos frases: una adaptación localista del eslogan de Scioli –“Avellaneda para la victoria”-, pegada a la promesa genérica de que “Lo mejor está por venir”.

En las PASO, Ferraresi casi no tuvo competencia de parte de su retadora, la macrista Gladys González. Nacida en Bolívar y sin la más mínima familiaridad con Avellaneda, el PRO la impuso como candidata del sello Cambiemos, ante una mezcla de resistencia y desánimo de sus aliados radicales. Convertido en el jefe indiscutido del peronismo de su municipio, Ferraresi marcha hacia una reelección asegurada.

Si hace 45 años el asfalto de Pavón estaba siempre destrozado, según el blues de Manal, ahora su primer tramo está como mínimo muy desparejo y onduleante. A los costados, en el más allá de Pavón, que a diferencia de la avenida Rivadavia nace y se mantiene siempre de doble mano, aparecen algunas casas tomadas hasta la irrupción de un mojón inconfundible: un Carrefour inmenso. Ese hipermercado francés está en el mismo predio que su antecesor olvidado: el Shopping Sur, el primer centro comercial de la Argentina. Su ciclo vital fue breve: nació en 1986, se recicló al poco tiempo en una especie de Disney conurbano llamado Shoppylandia, y murió en 1997. Y todavía antes del shopping, dos o tres Argentinas previas a la del actual Carrefour, el terreno pertenecía al mítico frigorífico La Negra, de la Corporación de Productores de Carnes. Instalada en 1884, La Negra fue uno de los frigoríficos más importantes del país, reino de chacinados, latas de picadillo y paté, y empleador de medio sur obrero. Hasta su cierre a fines de los setenta, la Negra fue el eje de la Pavón mítica, la de adoquines y tierra, plazoletas, algunas vacas y la línea 3 del tranvía.

A pocos metros del Carrefour, se llega a la estación del tren Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Y justo en diagonal aparece el primer edificio religioso del trip pavonista, que no pertenece a la iglesia católica, ni a alguna rama del judaísmo o de los musulmanes. “Solo Cristo salva”, promete la iglesia evangelista desde su fachada insulsa, una de las tantas que copan la fisonomía conurbana desde la vuelta de la democracia.

Unas cuadras después de la estación de tren, se encuentra otro edificio que también lleva la marca de la crisis del 2001: el de la fábrica de cristales Durax, esa que aseguraba que los platos y vasos “duran toda una vida”, recuperada y cooperativizada por sus trabajadores desde 2002.

Se suceden outlets, mayoristas variados, locales de motos y colchones, hasta que en Pavón al 500 un edificio monstruoso corta la tendencia. Se trata del Estrella del Sur, un complejo de tres torres, 924 departamentos de lujo y promesas de amenities para todos los gustos. El proyecto arrancó en 2008; la construcción, en 2010; y el primer parate llegó en 2013. Desde entonces, la obra quedó prácticamente paralizada, y el edificio se convirtió en un fantasma de hormigón, con miles de huecos sin ventanas. Entre rumores de estafa y protestas de los inversores, al Estrella del Sur le dicen el Elefante Blanco de Avellaneda. Enfrente, desde un local del Partido Obrero, los militantes trotskistas contemplan el edificio con interés clasista, pero a la vez niegan tener intenciones de ocuparlo, tal como se les atribuye.

Recién 15 cuadras después del local del PO aparece el primer cartel del PRO, a un costado de Pavón: es uno de Mauricio Macri no demasiado grande ni vistoso y sin la compañía de su candidata a gobernadora, María Eugenia Vidal, quien se mantendrá notoriamente ausente en la guerrilla por el marketing visual de la avenida. Atrás quedó una gigantografía de Facundo Moyano, el candidato a diputado bonaerense de la tercera fuerza en danza para las presidenciales, el Frente Renovador de Sergio Massa.

En Lanús, a diferencia de Avellaneda, Pavón se vuelve más neurálgica y vital, aunque de ninguna manera más arbolada ni más regular en su pavimento. Sus negocios y pulso diario miran hacia la avenida. Hay bingos, bares, McDonald´s y boliches que intentan hablar un lenguaje moderno. Ubicado en el centro de Lanús Oeste, por Pavón al 4600, el boliche Space trata de ser catch all generacional, desde las tres fotos que decoran su puerta: Mick Jagger, Maddona y Christina Aguilera.

También hay más afiches y locales políticos: del massismo, de microemprendedores del PJ, del PRO, de la izquierda y uno del sindicalista y diputado Víctor de Gennaro, una suerte de Lula da Silva que no logró superar el piso de votos que exigían las PASO. Y a su vez está el primer y último pasacalle de la UCR que se consigue Pavón. Con el logo histórico, un grupo radical reclama el voto para el candidato a gobernador Aníbal Fernández, bajo la inusual consigna de “Una mente brillante para la provincia”.

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Lanús es uno de los pocos municipios del conurbano en los que el resultado de la elección se mantiene abierto. Y gane quien gane la intendencia, habrá una renovación de nombres y de tipos de liderazgo. Tras la decisión presidencial de apurar el recambio generacional y pasar a retiro a algunos caudillos, el viceministro de Justicia e integrante de La Cámpora, Julián Álvarez, es quien tiene las mejores chances en Lanús. En todo el trayecto de Pavón, desde Avellaneda hasta Almirante Brown, Julián Álvarez es el único candidato al que se lo ocurrió incluir en sus afiches a Cristina Kirchner, la presidenta saliente. Lo hizo en dos gigantografías puestas en los márgenes de Pavón: en la foto elegida, tomada de un acto en Casa Rosada, el dirigente camporista está parado en el medio de Cristina y Daniel Scioli.

Ante la certeza del triunfo, muchos intendentes peronistas eligieron qué querían comunicar exactamente con la estética de sus afiches. En Lomas, por ejemplo, Martín Insaurralde decidió no compartir sus carteles con Aníbal Fernández, tampoco con Cristina o Néstor, y ni siquiera con Juan Perón. Salvo por uno en el que sale junto a Scioli, en el resto de los afiches Insaurralde se presenta como “Martín” a secas. Exhibe sonrisa televisiva y camisa blanca abierta, sobre un fondo de vegetación. Porque en Pavón a la altura de Lomas, donde Insaurralde arrasó con casi el 50%, hay casitas estilo inglés y también árboles.

En Almirante Brown, Mariano Cascallares optó por aparecer sin falta junto a Daniel Scioli, tras ganarle a Darío Giustozzi (el principal massista arrepentido) en la interna del FpV. Con menor presencia visual, el candidato macrista de Brown, Carlos Regazzoni, dijo en campaña que “no es descabellado pensar en un Metrobús en Avenida Pavón”. Pero en las PASO, Regazzoni sacó 32 puntos menos que la suma de lo obtenido por Cascallares y Giustozzi, y no tiene chances reales de pelear por la intendencia.

Así, para Cascallares, para Insaurralde y también para Ferraresi en Avellaneda, la única duda electoral es por cuántos puntos de diferencia se impondrán ante sus rivales de Cambiemos.

En Lanús, en cambio, todavía existe cierta incertidumbre. En las PASO, el crédito cristinista sacó un 36,77%, a sólo seis puntos de diferencia del segundo, el ministro de Economía porteño de Mauricio Macri, Néstor Grindetti. Ahora Grindetti apunta a quedarse con una parte del 20% que obtuvo el ex presidente del club Lanús, Nicolás Russo, quien se presentó por el Frente Renovador.

“Lanús fue Pavón-céntrica toda la vida, y eso es algo que habría que cambiar” asegura Grindetti mientras toma un mate cocido en el bar La Diva, ubicado en la transitadísima esquina de Pavón y 25 de Mayo. Grindetti eligió una mesa pegada a la ventana que da hacia 25 de Mayo. Así, mientras mira y es mirado por la gente que pasa, marca presencia y subraya el mensaje de que no es un paracaidista.

A diferencia de otros candidatos del PRO puestos a las apuradas, Grindetti es nacido y criado en Villa Albertina, un barrio de inmigrantes italianos y españoles de Lanús. Y este es su tercer intento de ir por la intendencia: en 2007 sacó 8%; en 2011 15%; y en las PASO 30%. Las dos primeras derrotas le dejaron una serie de aprendizajes, sobre todo relacionados a la abismal diferencia entre la forma de hacer política en la Capital y el conurbano.

Desde el bar se ve el cartel amarillo que mandó a poner Grindetti frente a la estación de tren, en el que se da el lujo de prescindir de la imagen de Macri. Debajo de su cara seria de gerente o de contador (en realidad se recibió de actuario en la UBA), el cartel de Grindetti dice simplemente “gracias”. Se refiere a los 30% que obtuvo en las PASO.

“Acá la gente se informa a través de los medios nacionales, que casi no hablan de Lanús. Entonces la única manera es estar, recorrer, tomar mate y dar la mano de los vecinos”, explica Grindetti.

En Lanús, como en muchos municipios bonaerenses, la competencia más picante entre los candidatos no es ideológica ni demasiado política: es por ver quién está más esencialmente atado al territorio. A las veredas, a las anécdotas y los secretos de Lanús, en este caso. La acusación más ominosa que pueden hacerse los adversarios es la de no conocer lo local. O peor: no vivir en el distrito al que se pretende gobernar. “¿Vive en Lanús, Grindetti?”, preguntó Julián Álvarez, que se jacta de haber pasado sus 34 años en el pago chico.

“Hace siete años me mudé a una casa en Andrade y 2 de mayo, en Lanús Oeste, aunque a veces duermo en Caballito, en la casa de mi actual pareja”, se ataja el ministro porteño.

Si bien antes de meterse en política fue empleado de las empresas de Macri por más de 25 años, Grindetti no encaja del todo con el perfil PRO. Y definitivamente no pertenece al sector macrista que pretende encarnar una remake del orden conservador de los ´30.

“Yo era peronista bien de zurda. Mi viejo era tornero acá en Lanús y delegado en la época Perón, pero no era peronista. ´Te volviste conserva´, le reclamaba yo. Y él me respondía: ´Cuando tengas mí edad vas a ser pelado como yo, gordo como yo y conservador como yo’. Le pegó a las tres”, se ríe Grindetti a sus 59 años.

Antes de redondear la hora de charla, el ministro de Macri habilita otra ronda de cortados y solicita una pausa. Lo espera un hombre inquieto al que le había prometido un café. “Es un puntero peronista que quiere venir con nosotros. Y yo les digo que vengan, que no hace falta que se pinten de amarillo y pierdan su identidad. Para entrar a los barrios necesitás referentes sociales y punteros políticos. Es una de las cosas que aprendí”, resume Grindetti.

El candidato macrista se para y saluda al mozo con un intento de chiste. En campaña, Grindetti al menos lo intenta. Palmea al puntero en tránsito y se retira unos minutos a un apartado del bar. Se sienta, escucha, ofrece y cierra el pase en una mesa de la Diva de avenida Pavón.


 
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La épica de la adversidad Por Demetrio Iramain

Al fin solos. La elección del próximo 22 de noviembre presentará, ya sin ningún ropaje, la puja que subyace en la Argentina desde hace 12 años, por lo menos, y que tras el agotador ciclo electoral del presente año asume su forma más cruda y visceral. La segunda vuelta define la contradicción principal. No es un balotaje, es un plebiscito entre dos propuestas antagónicas para el país: a un lado el crecimiento con inclusión social, la presencia del Estado en la economía, y la memoria y sanción penal a los genocidas, y del otro, el endeudamiento externo, el ajuste, las privatizaciones y la consecuente impunidad disfrazada de "fin del revanchismo", como dijo Macri la noche de su expectante segundo puesto.

Hay que admitirlo: asistimos a un escenario que parecía improbable hasta las 6 de la tarde del 25 de octubre, pero la democracia es así. Después del comicio, un cuento neoliberal y antipolítico terminó para siempre: si el gobierno popular llegó hasta acá no fue debido al "fraude", el clientelismo y la compra de votos. Eso fue, apenas, un mito deliberadamente manipulado por la gran corporación mediática, para relativizar el consenso social del proyecto nacional, que para nada está clausurado.

La derecha histeriquea con la "calidad institucional", está en su ADN simbólico; pero el domingo, violando todos los acuerdos y las formas más elementales de democracia salió a copar la parada primero que nadie, sin siquiera la publicación de un solo dato oficial, tratándose de la elección más trascendental de los últimos años. Sintomático de su interpretación de la palabra "República". ¿Qué anuncia ese gesto? ¿Volverá Luis Majul a decir el 22 de noviembre que "incendiamos el país" si los datos de esa noche le fueran esquivos, como hizo el domingo pasado aun teniéndolos a favor? ¿Hay que creer la buenaventura de Macri con Brancatelli, o la prepotencia de reclamar, so pretexto de una "justicia independiente", la renuncia de Alejandra Gils Carbó cuando todavía no se había votado siquiera?

Empezar otra vez

"Vamos a empezar la lucha otra vez / el enemigo está claro y vamos a empezar otra vez / vamos a corregir los errores del alma / sus malapenas /sus desastres / tantos compañeritos", escribió Juan Gelman hace 35 años, en plena dictadura cívico-militar, exiliado, lejos de su tierra, de su pueblo, de su estar en el mundo, con el hijo, la nuera y el nieto o nieta desaparecidos.

Esta semana, que el capital financiero internacional y sus socios locales le probaron el traje presidencial a su hijo dilecto, es un buen momento para que el pueblo trabajador, los humildes, las clases medias, empiecen la lucha otra vez, porque el enemigo está claro. Entre otras razones, porque esta semana, también, se cumplieron 5 años de la muerte física de Néstor Kirchner, y su ejemplo sobrevuela y sugiere la imposibilidad histórica de la derrota.

Evidentemente, aquel que piensa que el proyecto nacional se rindió y sus militantes se reconocen vencidos, es porque no conoce a fondo el misterio del capítulo argentino de la alternativa de los subalternos de toda la región latinoamericana. Si Argentina cae, Brasil, Venezuela, Ecuador y hasta Bolivia se resienten gravemente. Y viceversa.

Tal vez se diga: es sólo una cuestión de fe proyectar el triunfo del FPV en noviembre. Puro voluntarismo. ¿Y si así fuera, qué? ¿Acaso no fue parida así esta era? Jamás un pueblo se quedó cruzado de brazos viendo cómo la patria caminaba despacito y en fila india al despeñadero del capital financiero y sus socios locales. Menos que menos lo haría ahora, que se encuentra en posición óptima para librar la batalla final. Existen razones políticas profundas para advertir la potencia que concentra el proyecto nacional, y que podría resultar determinante en el balotaje.

¿Si es difícil? Claro que lo es. El poder mediático no se desconcentra con el dictado de una ley, y eso sin contar los múltiples recursos judiciales que impidieron su plena aplicación. La batalla cultural no se termina nunca, y se libra todos los días. "Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas", eso que dijo Arturo Jauretche hace más de medio siglo y que resulta un concepto fundante de la identidad nacional y popular construida en estos 12 años, no puede ser olvidado, especialmente en esta encrucijada.

Dejar que vuelva por la ventana de la izquierda el plan neocolonial de la derecha, es un contrasentido histórico. Cuando Cristina dice "no fue magia", ¿a cuántos propios nos está hablando?

"No jodan tanto con la enajenación aquí donde lo más jodido es la nación ajena", repetiría Roque Dalton, que nació en El Salvador, si estuviera entre nosotros. ¿O se olvidaron de la lección de la vecina revolución nicaragüense, que después de once años de sandinismo en el poder perdió en elecciones ante Violeta Chamorro, y debió esperar casi dos décadas para regresar al gobierno y encontrar un país devastado? ¡Cuanto peor, peor!

De los sectores que han hecho invalorables aportes a la definición conceptual de la novedad argentina nacida en 2003, se necesitan nuevas contribuciones, que clarifiquen el panorama respecto de la contradicción principal, y no discusiones improductivas en sus contenidos, abstractas en sus formas, y alejadas de lo dramático de la hora. No hacía falta llegar al balotaje para advertir el crecimiento de una derecha inteligente, con gran capacidad de daño mediático, a la que hay que detener sin pausa. La disputa de fondo no es contra el dúo Pimpinela.

Pueblo y militancia lo saben. Quienes perdieron el trabajo, y redujeron toda su vida económica al Club de Trueque, y vieron a sus hijos truncar sus carreras universitarias para marcharse a Europa a lavar vasos, lo saben. La sangre de los matados a tiros por francotiradores del Estado empieza a subir de nuevo desde las alcantarillas, a traer su memoria de la represión a la protesta. Apenas hay que convencerlo de esa certidumbre, poner en palabras el eco de esa memoria social, tocarle el timbre para que esta vez, y para siempre, no olvide ese concepto que está muy bien guardado y escondido bajo el disfraz de la euforia hueca: de achicar la desigualdad social, cultural y económica se trata, duela a quien le duela. Esa es la grieta, que existe a pesar de quienes no quieren verla. Reducirla aun más o volverla ya incontenible, eso es lo que está en discusión ahora. Todo lo demás es ilusión.

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Pueblo y corazón: dos palabras, un destino Por Pedro Patzer

Hubo un tiempo en que la política desterró de su discurso a la palabra pueblo y en que la poesía exilió de su arte al término corazón: ¿Se puede hacer política sin el pueblo? ¿Se puede hacer poesía sin el corazón? La poesía es el corazón del pueblo, el pueblo es el corazón de la política.

Ningún diccionario indica que la palabra pueblo es sinónimo del vocablo corazón, como ninguna escuela jamás enseña a atravesar con dignidad la tristeza del anochecer de domingo, o devela el nombre exacto del hombre barbudo que siempre aparece retratado en alguna nube.

Que la poesía haya dejado a un lado al corazón, es tan insólito como si el sistema solar negara el protagonismo natural del sol. También es cierto, que muchos fariseos de las letras quisieron hacer de la poesía un objeto exclusivo, sólo para entendidos, y la traficaron en el mercado negro de las palabras. La poesía como objeto de lujo no necesita corazón; la poesía como arma de los desesperados, requiere fundamentalmente del corazón. El corazón es el pan del poema de los afiebrados, el corazón es el agua de las palabras de los sedientos, y el poeta es el biógrafo del corazón humano.

Lo mismo con el término pueblo. Hay políticos (o facinerosos que se hacen llamar políticos) que jamás conseguirán alcanzar la palabra pueblo. Ellos lo saben, por eso la reemplazan por los términos: gente, ciudadanos o vecinos. ¿Se imaginan a un líder revolucionario arengando a los “vecinos”? El vocablo pueblo huele a las ollas herrumbrosas, a hachas desdentadas, a mesas desnudas, a guitarras impacientes y cajas desesperadas.

Las palabras pueblo y corazón han caminado juntas desde que el espíritu humano alcanzara el lenguaje:

El vocablo "corazón" aparece 873 veces en la Biblia, muchas de ellas aliada al término pueblo:

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8)

Homero describe en La Iliada: “Aquiles convocó al pueblo al ágora: se lo puso en el corazón”
Shakespeare en Julio César, le hace decir a Bruto: “¿Sabéis hasta qué punto puede conmoverse el pueblo con sus palabras? ¡Mí corazón está ahí, en ese féretro, con César...”

La cultura popular se ha encargado de difundir esta alianza entre las palabras pueblo y corazón: “Oigo las voces del pueblo que cantó mejor que yo” escribió Yupanqui, el mismo que urdiera: “Lo que dentra a la cabeza/ de la cabeza se va .Lo que dentra al corazón se queda y no se va mas...”

Rafael Amor, le habla al pueblo cuando afirma: “Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia/ los únicos vencidos corazón, son los que no luchan”

Juan Gelman, en su célebre libro Gotán, advierte : “abrió el pecho y sacándose/ los alrededores de su corazón,/ agitaba violentamente a una mujer,/ volaba locamente por el techo del mundo/ y los pueblos ardían, las banderas”

El imprescindible Neruda, en su Canto General, sentencia: “Está mi corazón en esta lucha. Mi pueblo vencerá”

Cuando una sociedad le teme a las palabras pueblo y corazón se vuelve parecida a sus miedos: comienza a justificar la muerte de su ángel; contribuye, con un párrafo más, a la carta suicida del mundo; coloca las fajas de clausuras del horizonte; multiplica a los predicadores de la vida chiquita, suma otro alarido al oscuro rugido de la Historia.
Extraído del libro “Aguafuertes Provincianas” de Pedro Patzer (Ediciones Corregidor)

Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
www.pedropatzer.blogspot.com.ar
 

El discurso ganador Por Javier Schurman

Aunque a nivel nacional el Frente para la Victoria consiguió más votos que la alianza Cambiemos, es el frente que lidera Mauricio Macri el que quedó mejor parado.

Aunque a nivel nacional el Frente para la Victoria consiguió más votos que la alianza Cambiemos, es el frente que lidera Mauricio Macri el que quedó mejor parado. "Ganó Macri", se escucha y lee en los análisis de los especialistas y de los comunes. Y ganó, es verdad, políticamente, porque entendió cuál es el mejor discurso, cuál es la receta para seducir al electorado. Aunque no haya querido nunca llevar adelante esa receta.

Ganó -siempre con este concepto de sensación de triunfo- porque entendió que "en los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando".

Entendió que hay que "construir políticas de Estado a largo plazo, para de esa manera crear futuro y generar tranquilidad".

Ganó porque "el pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio".

Porque -parece- "se trata de cambiar, no de destruir. Se trata de sumar cambios, no de dividir". Se trata, además, de reconciliación: "Hay que reconciliar a la política, a las instituciones y al gobierno, con la sociedad."
¿Mirarse el ombligo? "No se trata de cerrarse al mundo", comprendió Macri para terminar el domingo con una revolución de alegría. "Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina (...) donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres".

Ganó Macri, o eso se percibe en las calles, porque (aunque con otras palabras) prometió "cambio responsable, calidad institucional, fortalecimiento del rol de las instituciones con apego a la Constitución y a la ley".

Ganó porque entendió que "el Estado debe ser esclavo de la ley para enfrentar el delito". Y porque demandó "la paz social, el respeto a la ley, a la defensa de la vida". Y, desde ya, también una "real seguridad jurídica".

Ganó, también, porque tiene claro que "el país no puede (...) recurrir a la emisión de moneda sin control".

Ganó Macri, o al menos ganó en el sentir de muchas personas, porque su proyecto "convoca a todos y a cada uno de los ciudadanos argentinos, por encima y por fuera de los alineamientos partidarios, a poner manos a la obra en este trabajo de refundar la Patria".

Porque tiene claro que "atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos". Y porque transmitió que cada uno debe hacerse cargo de su futuro.

Porque tuvo claro que "pensando diferente y respetando las diversidades, la inmensa y absoluta mayoría de los argentinos queremos lo mismo aunque pensemos distinto". ¿Qué es lo mismo? ¿Qué es lo que se quiere? "Enfrentar con plenitud el desafío del cambio". Porque "cambio es el nombre del futuro".

“Ganó” Macri, ganó el PRO, ganó Cambiemos, o todo el mundo parece haber visto eso, y lo hizo transmitiendo ese mensaje. Un mensaje que no le pertenece, porque no lo siente, no le es propio, no lo armó su equipo de campaña, ni sus guionistas. Esas palabras, cada una de las citas textuales que aparecen en esta nota, pertenecen al discurso de Néstor Kirchner el día que asumió la presidencia, el 25 de mayo de 2003, y que de alguna manera fueron la base del primer gobierno kirchnerista. El alcalde porteño -o su equipo de comunicación- adaptó esas palabras y las llevó a su campaña, las hizo parecer suyas para seducir a un electorado al que no llegaba. Y llegó.

Esa es tal vez una de las grandes victorias de Mauricio Macri, la comunicacional. Y una derrota pesada, difícil de digerir, para el kirchnerismo.

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Hablarles a unos para decirles a otros

Ante el inédito escenario de ballotage, la estrategia política del Frente para la Victoria no debe centrarse exclusivamente en captar aquellos votos que le han sido esquivos. Quizá sea más efectivo decirle algo a algunos pero hablándoles a otros.

Por Raúl Lemos*

Finalmente estamos en ballotage con la hegemonía kirchnerista seriamente cuestionada, y aunque cueste creerlo la fuerza insinuada para suplantarla es el Pro de Mauricio Macri.

Se escucha por estos días que se hizo mal en subestimar la imagen de Macri, que es como una forma de decir que para la política tan palurdo no es.

Lo que interesa es determinar con la suficiente aproximación qué es lo que ha conectado hasta ahora al jefe del Pro con la parte de la sociedad que lo votó o que eventualmente podría hacerlo.

En la consideración acerca de la visualización de un dirigente en su potencialidad como futuro presidente, intervienen dos aspectos estructurales y por ende constitutivos. El primero, concierne a las condiciones personales del sujeto- candidato, o al menos a algunas de ellas, sin las cuáles este no sería objeto de ese interés por parte del sector social que lo elige. El segundo, se refiere a la índole del interés de ese sector que lo ha impulsado a ese lugar en expectativa.

Es decir, la elección de una persona para cumplir, como en este caso, el rol de conductor de un país se compone necesaria e invariablemente de dos aspectos que se alimentan recíprocamente.

En este contexto, la adjudicación del mote de palurdo o alguno similar se relativiza, pues se puede dar que más allá de esa imagen, a quienes deciden ungirlo solo les interese para la construcción de sentido que como bloque social hacen, solamente algunos aspectos de ese dirigente al que erigen como líder.

En este último sentido, quedó demostrado por la localización del voto del Pro la clara preferencia de las clases medias y medias más altas de las grandes y medianas concentraciones humanas, quizá similar a la que tuvo Carlos Menem para ganar la primera vuelta del 2003 frente a Néstor Kirchner.

Ese sector de la sociedad, y para expresarlo con crudeza, no centra su atención principal en las significativas conquistas sociales que mejoraron la vida de los sectores más humildes, ni la instalación de la política como eje principal de las decisiones, ni todos los avances en ciencia y tecnología como haber colocado dos satélites en órbita y muchísimo menos la política de derechos humanos de este gobierno, para citar solamente algunos de los logros más significativos. Tampoco acreditan a favor de este gobierno la condición de garante de la vigencia a futuro de las paritarias nacionales, y en cambio sí le enrostran ser el culpable de la merma en su evolución económica, pues no les permite adquirir dólares de manera irrestricta.

El sujeto medio que integra este colectivo, no necesita lo que otros sectores valoran como virtud en un dirigente político, y por tanto, si alguna ves pueden haber apoyado a un Alfonsín o un Kirchner o una Cristina Fernández, es exclusiva y excluyentemente porque en algo le convenía a su interés de clase, aunque tan sólo fuera la gobernabilidad. No son valiosas, en orden a su predilección electoral, las virtudes superiores de liderazgo para emprender una epopeya, como las que, con mayor o menor éxito, tuvieron que emprender los nombrados en la nueva etapa democrática para poder asumir la tarea de reconstruir un país desde su ruina económica, política y social.

En cambio, si les interesa que el líder que eligen sea un nombre de negocios, haya sido eficaz para administrar el club de fútbol con mayor cantidad de hinchas, y principalmente la condición de ser un hombre del poder real, es decir, el económico. Porque ese valor es el que está en la cúspide del deseo de estos sectores: su realización como ser humano mediante la posesión de bienes, bien sea para gozarlos, bien sea para exhibirlos.

Si se miran nuevamente los porcentajes en que quedó dividido el electorado se verifica que éste es un sector minoritario de un 34,33 % frente al restante 65,67 % que, a juzgar por el núcleo de ideas que votaron cada uno un su respectivo estrato partidario, no comparten la radicalización confrontativa de las posiciones neoliberales de Cambiemos, aunque hayan sido desmentidas desde la noche de las Paso, pero sin quererlo pueden quedar muchos arrastrados hacia ellas. Por tanto, se impone una estrategia de disección entre unos y otros. Los unos son los descriptos, los otros son principalmente los que el Frente Renovador le sustrajo al denominado campo popular y que aún sin un sentido de pertenencia tan cerrada al mismo, tampoco comparten en toda su extensión aquella escala de valores y difícilmente quieran asumir el riesgo de volver al pasado de los noventa.

La pregunta es ¿cuál es la manera más efectiva para que se opere una depuración en la masa votante que haga que cada sector elija con objetiva aproximación a su interés?

El comienzo de esta nota centrada en la figura del líder del Pro y en las características del sector social que lo sigue, iba en la dirección de esa respuesta. ¿Por qué? Porque en principio, y a pesar de lo incontrastablemente realizado y fehacientemente comunicado por este Gobierno en comparación con cualquier otro de la democracia, la prédica acerca de la bobería de Macri y su entorno no ha tenido éxito. Pues precisamente, más allá de ser esa una condición real o fingida del sujeto en cuestión, lo que predomina en este caso es el interés de quienes lo siguen y lo elijen para su finalidad. No sólo los políticos usan a la gente, a veces, para inconfesables intereses; la sociedad también sabe hacerlo, sólo que es perfectamente legítimo y validado por la democracia.

Aunque suene ingenuo, a quien hay que interpelar fuertemente es al sector social que lo apoya para que reflexione en su intención, y si no que se haga a cargo del desastre al que con su interés individual de clase está dispuesto a llevar al país. ¿Para qué? ¿Para hacerlos cambiar de parecer? Con mucha suerte a algunos, pero ese no es el objetivo principal de la interpelación, sino el de mostrarle al resto, especialmente a los votos peronistas del Frente Renovador, cuál es el camino al que podrían estar siendo conducidos sin advertirlo y que tienen muchas más cosas que los alejan del Pro que del Frente para la Victoria, al que muchos ya deben haber votado. Pero para ello es necesario elaborar un mensaje específico dirigido a la base social del Pro, en lugar de seguir haciendo eje en la bobería de su dirigencia que, claro está, no dio resultado, pues el detrimento para la mayoría que implica el mero interés de clase que detentan queda oculto detrás de los globos amarillos que flotan en el aire mientras ellos danzan. Y esa escena es la que impacta más que mil críticas en las miradas de los ajenos a ese juego que ahora hay que convencer.

Y tampoco centrarse exclusivamente en captar esos votos que le han sido esquivos al proyecto popular de una base también peronista, pues naturalmente alertados de ello como a cualquiera que lo buscan para pedirle algo, es muy probable se los encuentre a la defensiva en consonancia con las operaciones y puestas en escena realizadas desde la cúpula del Frente Renovador para llevar agua a su molino, con prescindencia del objetivo superior.

Por ello, quizá sea más efectivo decirle algo a algunos pero hablándoles a otros.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2015

* Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

Fantasías y fantasmas Por Adrián Murano




Por Adrián Murano

Jaime Duran Barba le enseñó a Mauricio Macri algo que el peronismo sabe desde siempre: el voto es un acto más emotivo que racional. Se vota como se siente. Y es evidente que, luego de 12 años de gestión intensa, muchos argentinos sienten la necesidad de meter "un cambio". Pero ¿cuál?

La destreza de la campaña diseñada por el ecuatoriano fue patentar el concepto –bautizó Cambiemos a la alianza PRO-UCR-, y dejar puntos suspensivos para que cada votante lo rellene a gusto. Por eso, entre los votantes de Macri hay quienes quieren que se mantengan muchas políticas del kirchnerismo, pero que "cambien" las formas: menos interpelación, conflicto, reto, grito en la tele. Hay, también, gente que detesta la política de Derechos Humanos del gobierno e intuye que el "cambio" que propone el ingeniero es volver a la impunidad. Los trabajadores de altos ingresos que votan al PRO suponen que eliminará el Impuesto a las Ganancias; los chacareros, que venderán a precios internacionales; los importadores que se reducirán los aranceles y los exportadores que se suprimirán las retenciones.

Muchos de esos cambios deseados son contradictorios entre sí. Y tienen daños colaterales ¿Cuáles complacerá Macri? Imposible saberlo de su boca, porque, como confesó Federico Sturzenegger, Duran Barba los adiestró para que no den precisiones sobre lo que piensan hacer. Se puede tomar como referencia la gestión del PRO en la Ciudad, tratar de decodificar las pocas definiciones del candidato, rastrear antecedentes de sus asesores para forjar un pronóstico, pero nada de eso neutralizará la idea ya instalada de que Macri encarna un "cambio". En eso, Duran Barba ya ganó.

Pero la competencia que viene tiene poco y nada que ver con la que pasó. En tres semanas, iremos a las urnas, ahora sí, para elegir el futuro. Los argentinos no tenemos experiencia en balotaje, pero los antecedentes de otras latitudes indican que, frente a una decisión tan crucial, el voto se vuelve más racional que emocional. Los ciudadanos exigen precisiones sobre qué, y cómo, los candidatos se proponen hacer lo que dicen que van a hacer. También es de esperar que ingresen a escena fantasmas que hasta ahora aguardaron en bambalinas. A Scioli, por caso, lo acechan las dudas sobre su pericia como administrador. Con Macri sobrevuela el espectro de la Alianza, un intento de gobierno coalicionista que terminó con el país en llamas.

Protagonista de aquella experiencia trágica, el radicalismo intentó tapar rápido ese agujero en la estrategia PRO: "No pasará con Cambiemos lo que pasó con la Alianza", dijo ayer el presidente de la UCR, Ernesto Sanz. No precisó por qué ahora será distinto a lo que fue. Como enseñó Duran Barba, es cuestión de creer o reventar. En este caso, quizá, literalmente.

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DAIA emprendió causa penal al periodista Carlos Aznárez


El periodista Carlos Aznárez denunció que la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) le emprendió una causa penal por condenar los ataques militares israelíes a los Territorios palestinos. Por ello, agregó, está en riesgo de una violación de su correspondencia electrónica personal.

El periodista dirige Resumen Latinoamericano, un portal en internet que cuenta además con versiones de programas radiales y televisivos.

En una carta con su firma, reportó que a raíz de su condena a los ataques a palestinos por parte de las fuerzas armadas de Israel, y en especial por las víctimas civiles que causan, recibió una advertencia de la empresa Google, que le informó que por la acción judicial de la DAIA deberá darle al juzgado acceso a todos sus correos.

El hecho representa una violación abierto a los derechos personales de Aznárez pero además impacta de lleno en el derecho a expresar opiniones y en el de buscar y difundir informaciones.

El texto completo de la carta enviada por el periodista es el siguiente:

“La DAIA abre una causa penal contra el Director de ‘Resumen Latinoamericano’ por ser solidario con el pueblo palestino

Por Carlos Aznárez

Esta vez me toca escribir en primera persona ya que, como director -desde hace 22 años- de la plataforma comunicacional “Resumen Latinoamericano” (periódico, radio y TV) me veo lamentablemente inserto en una acción contra el derecho a opinar, a informar y a manifestarme, que está explícitamente amparado por la Constitución Nacional.

¿Cómo comenzó todo? Días atrás, recibí en mi casilla de correos un mail de la empresa Google (escrito en inglés) en el que me informaba que “en el plazo de diez días” Google debería facilitar el acceso a todos mis correos, en función de una intimación formulada por el Juzgado de Primera Instancia en lo Penal, Contravencional y de Faltas N. 28 donde está radicada la causa Causa N. 7271/15. De esta singular manera me enteré de un increíble atropello a mi privacidad como periodista ya que se trata de los correos que habitualmente utilizo para intercambiar información con otros colegas o con diferentes medios de comunicación, amén de las lógicas direcciones personales que cualquiera pueda tener en su casilla. Dicha intromisión se basa en una denuncia penal formulada por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que me acusa lisa y llanamente por ser solidario con el pueblo palestino.

La DAIA y sus abogados, se personaron ante la Fiscalía Nº 25 para acusarme de “organización y propaganda discriminatoria” , blandiendo el argumento del “antisemitismo”. Las razones esgrimidas para tamaño procedimiento son más que burdas y me ofenden como ciudadano y como periodista.

La DAIA se refiere a mi participación en una actividad solidaria con el pueblo palestino en agosto del año 2014, cuando toneladas de bombas israelíes caían sobre Gaza y provocaban miles de muertos inocentes -con un alto porcentaje de niños y niñas- entre la población de esa ciudad, así como hoy ocurre en Cisjordania. En esa ocasión, como en tantas otras, debido a mi tarea profesional, ejercida tanto en el periódico Resumen Latinoamericano como colaborando con los canales internacionales Russian Today, Hispan TV y ALBA TV, me tocó cubrir periodísticamente las alternativas del acto y además fui invitado a expresar mi opinión sobre lo que venía ocurriendo en Gaza.

Sólo el hecho de estar allí presente junto a otros argentinos y argentinas, describiendo crudamente lo que estaba ocurriendo en Gaza y en todo el territorio palestino, parece resultar un delito para mis acusadores, y por ello tratan de enjuiciarme, solicitando una pena carcelaria, para de esta manera poner en marcha una abierta persecución al derecho de información, expresión y opinión.

Es por todo ello, que quiero DENUNCIAR este grave atropello contra mi persona y el medio que represento, al que indudablemente se intenta discriminar y cercenar en su función informativa”.

Fuente: Comunicadores de Argentina (COMUNA)

“Siempre voy a respetar la voluntad popular”

En su primera aparición pública tras las elecciones del domingo pasado, la presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, aclaró que ésta había sido “una semana muy especial” porque el lunes había viajado a su tierra, Santa Cruz, al cumplirse el quinto aniversario de la muerte de su antecesor, reivindicó al sistema electoral nacional por la transparencia de los comicios, “el mismo que le dio la oportunidad a Hipólito Irigoyen de ser dos veces presidente de la República, a Perón tres, y que permitió elegir a Raúl Alfonsín”, y felicitó a la electa gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y a su esposo, elegido intendente de Morón. Recordó que durante sus dos mandatos se aprobaron 867 leyes y solo vetó 3, y advirtió que “no se puede someter a la democracia y a la imagen de nuestro país como si fuéramos un país de fraudulentos”. Más adelante ratificó que el Frente para la Victoria se presentará al ballottage, y subrayó que cada candidato "representa un modelo de país y de políticas" distintas. Acerca del debate presidencial, aseguró que le gustaría que "ese debate estuviera signado no solo por las palabras sino que estuviera apoyado en el pasado reciente, porque no vale decir que 'hoy estamos de acuerdo' cuando hace poco estaban en desacuerdo". Acto seguido se refirió a las declaraciones de la compañera de fórmula de Mauricio Macri, Gabriela Michetti, quien dijo que se arrepentía de no haber votado la ley del matrimonio igualitario cuando era legisladora y se preguntó si cuando fuera vicepresidenta, en caso de que Cambiemos ganara las elecciones, se "seguiría arrepintiendo de no hacer otras cosas?". Hacía el interior de su propia fuerza política, instó a todos los militantes a dejar de lado las internas: "Es verdad que no todos somos iguales dentro de nuestro espacio, pero representamos el mismo proyecto político".

Cristina Kirchner recordó que durante el ballottage los argentinos no tendrán que decidir solo entre uno u otro candidato a presidente sino que "elegirán un modelo de país", y remarcó que durante los 12 años de gestión kirchnerista los ciudadanos han "recuperado derechos". "Nuestra fuerza política ahora tiene que ir al ballottage. ¿Qué significa este ir y elegir un nuevo presidente?,¿es solo ir y elegir uno nuevo? Creo que no", sostuvo la mandataria.

"Un presidente no representa solo eso, también representa un modelo de país y políticas de un país. Las políticas que hemos desarrollado estos 12 años, han permitido recuperar derechos para los argentinos", enfatizó. Tras la entrega de certificados de créditos de los programas Pymes y Fondear, y de mantener videoconferencias con el partido bonaerense de San Miguel, las ciudades de Córdoba y La Falda y la ciudad de Buenos Aires, la mandataria reivindicó al sistema electoral nacional utilizado en los comicios del domingo último y destacó su "transparencia y eficiencia", pese al "clima previo de fraude". Calificó de "curioso" que "cuando los resultados son mejores de lo esperado, para algunos no hay denuncias de fraude", en referencia a la oposición, y concluyó que "entonces no era un problema del sistema electoral, sino que no tenían seguridad de cómo les iba a ir".

Durante su discurso, la mandataria felicitó a la electa gobernadora de Buenos Aires por su triunfo del domingo y por haberse consagrado la primera mandataria mujer de la provincia, una de las cinco que estarán al frente de una gobernación a partir del 10 de diciembre.

Cristina destacó que el próximo 22 de noviembre "por primera vez Argentina va a ir a un ballottage" y destacó que a diferencia de lo sucedido en 2003, cuando Néstor Kirchner y Carlos Menem debían medirse en segunda vuelta, "esta vez no va a haber frustración". "Vamos a ir al ballottage porque somos una fuerza democrática".

Poco antes, la Presidenta dejó inaugurado el Archivo Histórico de RTA y el mural del artista plástico Daniel Santoro en el hall central de la TV Pública, entre otros emprendimientos. En el mismo acto, la mandataria presentó el proyecto Bosques Nativos y Comunidad, con el propósito de estimular a las economías del norte, promoviendo la recuperación y uso sostenible del patrimonio forestal. Además se entregaron créditos FONAPYME y cuatro FONDYF a pequeñas y medianas empresas por $ 30 millones, y se inauguró el Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (CIDIE) en la ciudad de Córdoba. De la misma manera se dio el puntapié inicial a las obras de restauración y puesta en valor del Museo Arqueológico Ambato de La Falda. Por último, la empresa IPH presentó la ampliación de su planta de cables de acero en San Miguel, Provincia de Buenos Aires, en la que invirtió 16 millones de pesos.