domingo, 8 de enero de 2017

Endeudamiento. Otro fantástico negocio

Por Horacio Verbitsky
El viernes, el banco JP Morgan, donde se desempeñaron el ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso De Prat-Gay y el actual de Finanzas, Luis Caputo, anunció que en su próxima reunión del 28 de febrero incorporará los bonos argentinos en pesos a su índice Government Bond Index-Emerging Markets (GBI-EM).
Según explica el Observatorio Monetario-Financiero del Centro de Economía Política (CEPA) en su informe “No hay Plan B” este índice se compone de deuda soberana emitida en moneda local por países emergentes como Brasil, Chile, Colombia, Indonesia, Turquía, Nigeria y es referencia internacional, por lo que esos bonos serán incluidos en las carteras de diversos fondos de inversión de todo el mundo.
Para acceder a ese parnaso de la deuda instantánea un país emergente debe cumplir una serie de requisitos: tener emisiones a tasa fija y en moneda doméstica por más de mil millones de dólares, que esa inversión sea convertible y que no existan restricciones al movimiento de capitales. La Argentina superó el monto mínimo en octubre, lo que precipitó una carrera entre todos los actores financieros por adquirir esos bonos en pesos.

Ahora que se suprimió la restricción de los 120 días de permanencia de los fondos, el JP Morgan los incluye en su GBI-EM, lo que aumentará su precio y permitirá a los tenedores hacer otro fabuloso negocio de compra-venta.

Esto responde al desconcierto que provocó la extraordinaria (y sospechosa) proeza del Tesoro al colocar 75 mil millones de pesos en moneda local, a 10 y 7 años y a tasas fijas de 15,5 por ciento y 16 por ciento, muy inferiores a cualquier proyección de inflación para el próximo trienio.
Tampoco era fácil entender entonces por qué se recibieron tantas ofertas desde el exterior para adquirir un bono en moneda local de una economía con serios problemas inflacionarios y a tan baja tasa.
La respuesta se llama en inglés insider information y se hizo ostensible hace 48 horas. En castellano quiere decir que alguien les chifló que en pocos meses esos bonos ingresarían al índice estelar del JP Morgan lo cual propulsaría su cotización.
Para el CEPA, se trató de un nuevo guiño del gobierno a la banca internacional, que determina en gran medida hacia qué países van los fondos de inversión. Pero los dólares especulativos que se aventuren hasta aquí podrán volver a base en un chistar de ojos o parpadear de pantalla.

Esto refuerza el financiamiento de la fuga de capitales en el corto plazo (que ya está en niveles históricos) y agrega un fuerte componente de fragilidad y vulnerabilidad económica al país.

Este negocio financiero coloca a la Argentina en el rumbo opuesto al que sigue la economía mundial: mientras aquí se quitaban los últimos controles al movimiento de capitales, China imponía un límite a la compra de divisas por cada individuo (“lo que aquí algunos llamarían cepo”, ironiza el Observatorio). Esto se debe a que la unificación cambiaria del Yuan impulsada por el FMI y la liberalización del mercado de capitales en China generó una fuga próxima a los 200 mil millones de dólares sólo en 2016 (medio PIB argentino) y obligó a las autoridades a establecer un máximo de venta de divisas de 50 mil dólares por cabeza al año.
“Como si fuese poco, las previsiones para este año no son alentadoras para nadie: la Reserva Federal de Estados Unidos ya confirmó que subirá la tasa al menos tres veces durante 2017, lo que supone un fortalecimiento del dólar y fuga de capitales globales hacia esa plaza. En ese contexto, este tipo de políticas no son aisladas: comienza a repensarse la regulación de los mercados de capitales”, añade el trabajo.
Ni qué pensar qué quedará de la fantasía de Cambiemos de abrir la economía y especializarse en la producción de alimentos, en procura del sueño oligárquico del granero que se transforma en el supermercado del mundo.

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